Los puntos sobre las íes
Begoña: todavía hay clases
Un agravio comparativo que puede parecer una chorrada pero que trasluce algo gravísimo: que en un país democrático existen castas, grupos de intocables, seres superiores que gozan de pase vip en los tribunales
A mí no me van a contar los pormenores del caso Urdangarin porque fui su descubridor. El escándalo y el posterior trasiego procesal demostraron que España se había convertido en un país que se vestía por los pies en el que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley. Vamos, que el artículo 14 de la Constitución no representaba el enésimo ejercicio de postureo. El magistrado José Castro dio el paso que nunca nadie antes se hubiera atrevido a protagonizar con una familia real secularmente intocable. Pluriimputó a la Infanta Cristina y a Iñaki Urdangarin. Y, como no podía ser de otra manera, llamó a declarar a ambos. El revuelo fue de los que hacen época. El primero en ser convocado por su señoría fue Urdangarin el 23-F –curiosa fecha– de 2013. El ex duque de Palma, autonombrado «duque empalmado», entró como todo quisqui por una de las dos puertas de los juzgados de la capital mallorquina. Por la trasera, concretamente, la que da a la calle Parelladas. El yerno del entonces Rey Juan Carlos se comió el paseíllo como cualquier reo, sin un solo privilegio, aunque naturalmente con un reguero de cámaras prestas a inmortalizarlo, que eso de ser familiar del Rey conlleva muchas ventajas pero también algún que otro marrón. A Cristina de Borbón le tocó el turno un año después y tampoco se le otorgó trato de favor alguno. Se hizo la cuesta que baja a los juzgados de instrucción de Palma como una campeona, naturalmente con medio mundo mediático y parte del otro captando un instante para la historia. Decenas de miembros del equipo de seguridad de Zarzuela cachearon a modo y manera a abogados y acusaciones para evitar que se introdujeran subrepticiamente cámaras de grabación. No pudieron impedir que un servidor se hiciera con imágenes de la declaración, un vídeo de tan ínfima calidad como infinito valor periodístico. Dio la vuelta al mundo.
Que el presidente se cree más que el Rey, el verdadero jefe de Estado, ya lo sabíamos, lo que nunca auguramos es que a Begoña Gómez se le concediera la prerrogativa de acceder ayer a los juzgados de Plaza de Castilla por el garaje y no por la puerta del común de los mortales. Lo peor de todo es que convirtió sus deseos en realidad con el plácet de la decana, María Jesús del Barco, para más señas presidenta de la Asociación Profesional de la Magistratura. Se basó en las recomendaciones del grupo de escoltas de Moncloa, una auténtica burla teniendo en cuenta que había 200 agentes desplegados por el exterior y el interior de los juzgados de Plaza de Castilla, un dispositivo similar en cantidad al que acompaña a ¡Joe Biden! Con lo cual cabe colegir que la integridad de la presunta corrupta y traficante de influencias estaba garantizada. Un tratamiento que no se dispensó al novio de Ayuso cuando tuvo que dar cuentas de su fraude fiscal. Un agravio comparativo que puede parecer una chorrada pero que trasluce algo gravísimo: que en un país democrático existen castas, grupos de intocables, seres superiores que gozan de pase vip en los tribunales, quizá porque su reino no es de este mundo. Romeo Sánchez nos lleva a una autocracia bananera, el problema es que ahora lo hace con la incomprensible ayuda de una juez decente como es Del Barco. Con asco concluyo que sigue habiendo clases. Eso sí, la cacicada se le revolvió cual bumerán gracias a Okdiario, que inmortalizó a Julieta Gómez tanto por el interior de los juzgados como sentada en el banquillo. Karma, que se llama. Jajaja.
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