La situación

Bendita tediosa democracia

«El Parlamento está trufado de partidos cuya voluntad es debilitar los pilares para que el edificio democrático se venga abajo»

En estos días posteriores al intento de asesinato de Donald Trump, se multiplican los llamamientos a desescalar las descontroladas tensiones, a veces lindantes con la violencia física, que se han apoderado de las naciones en las que rigen las libertades, y que no son tantas en el mundo.

En España, hace más de una década que se venció al terrorismo. Pero, al mismo ritmo que ocurre en otros países, nuestra democracia también se ha visto sobresaltada por fuerzas políticas extremistas, cuyo objetivo es deconstruir los pilares sobre los que se asienta nuestro sistema, y que fueron erigidos con mucho esfuerzo y patriotismo por quienes formaron parte de las Cortes constituyentes en la Transición. Hoy, el Parlamento está trufado de partidos cuya voluntad es debilitar aquellos pilares para que el edificio democrático se venga abajo. Y, aunque no lo han conseguido del todo, sí han forzado las costuras del sistema y han alcanzado un primer éxito: el de alejar del centro a los partidos tradicionales, cuya tendencia debería ser justo la contraria: mantenerse centrados.

No hay mejor momento para una democracia que aquel en el que no pasa nada extraordinario, en el que se desarrolla un intercambio natural de pareceres entre dos posiciones distintas y contrapuestas, pero que coinciden en lo estructural: aquello que no se discute porque es de todos.

El mejor hábitat posible para la democracia es el del bendito aburrimiento, donde partidos moderados se turnan en el poder, mientras los extremistas son pocos y están aislados. Las posiciones extremas son un peligro para las libertades. Y, como consecuencia, aliarse con extremistas es la peor receta que puede aplicar una fuerza política con voluntad de ser un partido de estado.

El PP ha saltado de ese peligroso tren, aunque no haya sido por decisión propia. Ahora debe demostrar si reanuda su viaje al centro o se mantiene en el viaje a ninguna parte que inició con Vox. Por el contrario, el PSOE mantiene a bordo a Sumar, Esquerra, Bildu y Junts, y avanza hacia los muros exteriores del sistema. Corre el riesgo de llegar tan lejos, que no pueda volver.