Con su permiso

Bibloquismo

Pepa sueña con una política en la que los acuerdos se alcancen por interés general, o sea de la población, del país; con perspectiva histórica, que es eso que llaman sentido de Estado

Congreso Elecciones Generales 27J
Congreso Elecciones Generales 27JIlustraciónPlatón

Pepa cree que solo hay un vencedor claro en las elecciones de mañana domingo, lo que los analistas llaman bibloquismo, que es la continuidad de lo de siempre en la política española, pero aderezado de brillitos multicolor y ese bullir de las casas en las que hay muchos hermanos y un solo cuarto de baño.

Aquellos Iglesias y Rivera, apeados ya por méritos propios de la memoria colectiva, que iban a acabar con el bipartidismo, ni siquiera intentaron suavizarlo. Es más, contribuyeron eficaz y decididamente a pasar a la siguiente pantalla de esa realidad aparentemente inamovible en la historia de España: solo hay conservadores o progresistas. Y alrededor, satélites. En esos dos pilares sigue anclada nuestra política. Se llama bloquismo. Y, claro, con ese amarre, no hay quien avance. O al menos así lo ve Pepa.

Le parece que la pluralidad, tan saludable y democrática, y tan viva en realidad en la política española, se diluye en la necesidad estratégica de detener al adversario político, también plural y multicolor, que a su vez se recoge en torno al tronco principal para hacer frente a los otros. De ese modo no solo se pierde la riqueza de la diversidad, sino que se cierran las puertas a cualquier tipo de pacto o acuerdo o siquiera aproximación entre los aglutinadores del bloquismo, no vaya a ser que alguno de los pequeños se cabree, abandone y desequilibre la partida dando ventaja al contrario.

Como mucho, y así lo hemos visto en la pasada legislatura, se ponen de acuerdo en pequeñas cosas para seguir tirando.

Pepa está convencida de que en el fondo, gobierna el miedo, gobiernan las concesiones a los que apoyan a los grandes por temor a perder influencia o el poder. No hay determinación ni compromiso más allá de la supervivencia propia y la ambición de trascender. La política verdadera, la de solucionar los problemas cuando no hay rentabilidad o se ha de pensar en el largo plazo, que la asuman los ayuntamientos, que para eso están, ¿verdad?

Mañana no se vota al PSOE o al PP o a VOX o a SUMAR o a TERUEL EXISTE. Lo de mañana está políticamente planteado y socialmente aceptado como una final de copa entre dos grandes equipos, con algunos apoyos foráneos o incómodos, y dos aficiones que, como en los estadios, le perdonan a su equipo hasta los crímenes y chillan al adversario cuando choca con uno de los suyos al ir a por un balón.

Ya quisiera, piensa Pepa, acercarse la política a la grandeza del deporte del balón. Pero, como éste, aquélla ha caído en manos de personajes de dignidad limitada y palabra vana y todo son mentiras, denuncias, ruido y estupor.

Pepa va a votar creyendo de verdad en lo que hace. Va a meter en la urna el voto al partido que mejor le representa. Es de las que piensa que siempre resulta más eficaz acordar que reprochar, dialogar que insultar, renunciar que imponer. Le gustaría que esas instituciones tan poderosas y casi siempre alejadas de la realidad que son los partidos políticos, influyeran en los suyos que gobiernan en lugar de dejarse manejar por ellos desde el poder. Y que en esa dirección impulsaran cambios más allá de las esperanzas de renovación de gobierno o mantenimiento de alianzas puntuales, fijándose en un futuro en el que ellos también van a vivir y trabajar. Los gobiernos cambian, los partidos no deberían hacerlo si quieren de verdad prestar servicio.

Pero se malicia que en el juego de la política caben poco los riesgos. Y mucho menos desde organizaciones tan jerarquizadas, y cuyos dirigentes dependen tanto y tanto deben a los mejor colocados de los suyos.

Sueña con una política en la que los acuerdos se alcancen por interés general, o sea de la población, del país; con perspectiva histórica, que es eso que llaman sentido de Estado, del que casi nadie habla porque ninguno se atreve a aplicarlo. Con una política en la que la pluralidad enriquezca en lugar de entorpecer, en la que el diálogo no se inicie con un final previsto y calculado, en la que no se tome por imbéciles a los espectadores de la representación porque son ellos los que pagan a los actores y les han colocado ahí.

Mañana Pepa va a votar sabiendo que gobernará un bloque u otro. Según las encuestas el de la derecha con el PP y un Vox echado al monte y enormemente incómodo para los populares. Pero también puede seguir gobernando el otro bloque, el del PSOE con Sumar y los incómodos compañeros de viaje de Bildu o Esquerra.

Puede o no haber cambio, probablemente sí. Pero en el fondo mientras solo haya alternancia, seguiremos más o menos el mismo sendero que llevamos desde hace dos siglos. O sea, cambio de turno, o de imagen, pero el problema de la política pacata, seguirá vivo. Y pendiente la revolución de quien sea capaz, como sucedió en la hoy denostada transición, de poner el interés de todos por encima del propio.

No son todos lo mismo, ciertamente, pero cree Pepa que al final terminan comportándose igual.