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Mar en calma

Búsqueda fructuosa

Efectivamente: «Cuando estamos hermanados, el dolor es menos dolor»

Tuve la suerte de compartir escenario en el evento «Soy Capaz» de Roquetas de Mar con uno de los supervivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya.

Viajaban a Chile en 1972 jugadores uruguayos de un equipo de rugby, algunos familiares y amigos, pero se estrelló en medio de los Andes. El gran Bayona lo llevó al cine con tanto éxito como expectación, conmoviendo a millones de personas del mundo entero.

Eduardo Strauch contó cómo transformaron el dolor físico y emocional de todos los atrapados en un entorno hostil, recurriendo a medidas extremas para no dejarse morir, en un canto a la vida.

¿Y qué pasó con los que esperaban en tierra a sus seres queridos? Digno de película es también el libro «Entre mi hijo y yo, la luna» de Carlos Páez. La gente solía decir: «Aquí viene el loco que está buscando a su hijo» pero a Páez Vilaró no le importaba.

Todo un ejército desplegado en busca de un avión, bajo la dirección de un vidente holandés: –Veo a ocho personas saliendo del avión, veo oscuridad, muerte, apúrense a buscar. ¡Hay sobrevivientes!–, decía.

Carlos Páez Vilaró tuvo la sangre fría de organizar una búsqueda pormenorizada y su misión tuvo muchos apoyos: arrieros, pilotos civiles, soldados, autoridades, ejército… para ofrecer sus servicios en una operación sin precedentes. «Y no faltan los hijos de puta que comentan que lo hago para adquirir notoriedad», aseguró en su libro.

Lo curioso es que solo al sexto día del accidente, dio con la persona que el día 72, al otro lado del río, se convertiría en el salvador de su hijo y de los otros 15 supervivientes entre los que estaba Eduardo.

Páez lo tenía claro: ya fuera feliz o trágico el final, la búsqueda fue su terapia: caminar sin descanso. Más de dos meses de incertidumbre pero lleno de esperanza.

Efectivamente: «Cuando estamos hermanados, el dolor es menos dolor».