Editorial

Cataluña, principio del fin del sanchismo

El linchamiento mafioso de Díaz Ayuso no funcionará como cortina de humo. Tampoco el barro y la ponzoña vertidos por sus cloacas para no responder ni explicar los escándalos que lo circundan. Veremos el recorrido judicial de todo ello

Pedro Sánchez repite con bravuconería que la oposición debe resignarse porque la legislatura llegará a su fin. Lo reitera tanto que da la sensación de que necesita escucharlo con monótona languidez para convencerse a sí mismo y a sus socios. Los primeros meses de esta nueva andadura del presidente han constituido un cúmulo de reveses y frustraciones que, entre otras cosas, mantiene en suspenso la actividad legislativa a excepción de la amnistía a los encausados del procés. Cataluña se le ha atragantado definitivamente cuando pensaba que el conchabeo con el prófugo de la justicia garantizaría una relativa estabilidad. Los comunes de Colau y Yolanda Díaz lo abortaron con su bloqueo de las cuentas de la Generalitat y la convocatoria de elecciones en el Principado. El aleteo de la mariposa en la ciudad condal segó los planes presupuestarios de Sánchez en Madrid, sobre los que pivotaba la legislatura que ahora ha entrado en vía muerta. La candidatura de Puigdemont y sus planes electorales para restituir la Generalitat de 2017, es decir, la del golpe contra el orden constitucional, y la vía unilateral si Moncloa no colabora con un referéndum de autodeterminación, han sido un nuevo clavo en el ataúd del tiempo político de Sánchez. El último varapalo ha tenido lugar en el Ayuntamiento de Barcelona, la joya de la corona municipal sanchista, con Colau y Yolanda Díaz, de nuevo como matarifes ahora de las cuentas corporativas de Collboni. El alcalde se someterá a una moción de confianza para sacar adelante los presupuestos, pero ese desenlace no amainará el vértigo inquietante de saberse en manos de la ex alcaldesa y de la actual vicepresidenta que no se han caracterizado por generar confianza. Esta secuencia de acontecimientos en apenas unos días ha desnudado la provisionalidad del sanchismo, que bien podría anticipar un colapso por desgaste de los materiales de un proyecto fundamentado en la mentira y la corrupción. El presidente acumula demasiados pecados políticos como para que la suerte de su mandato no esté echada más temprano que tarde. Intentó gobernar desde la derrota a toda costa, con cualquiera y al precio que fuera, sobre un engaño estructural al pueblo. Su victoria nunca existió, ni siquiera la parlamentaria, pues esta resulta una entelequia cuando ni siquiera puede controlar los actos de la vicepresidenta y su hidra partidaria mientras torpedean su proyecto con ensañamiento en la plaza crítica de Cataluña. Sánchez aboca a la nación a la interinidad crónica y la parálisis de una legislatura fallida, en el mejor de los casos, y a la involución constitucional por los trapicheos con los enemigos de la España democrática, en el peor. El linchamiento mafioso de Díaz Ayuso no funcionará como cortina de humo. Tampoco el barro y la ponzoña vertidos por sus cloacas para no responder ni explicar los escándalos que lo circundan. Veremos el recorrido judicial de todo ello.