Pedro Narváez

B de burro

Antes de que viviera en las redacciones, la leyenda decía que todo periodista tenía una botella de güisqui en su mesa y un pasaporte en la chaqueta a modo de revólver para poder disparar bajo el volcán o a quemarropa. Fin de la cita. No sé si existieron aquellos tipos o ya están desordenadamente muertos sin un hígado que donar y un divorcio siempre de responso, pero visto lo visto, los plumillas queremos descubrir un Watergate sin levantar el culo del asiento, bebiendo cerveza sin alcohol y mirando de cuando en cuando por si llega algún sobre al correo. Resulta que los periodistas nos hemos convertido en sobrecogedores y si el remitente es Bárcenas emprender una carrera hacia el estrellato que es tan fácil como si Penélope Cruz se dedica, como así ha sido, a rodar bragas y sujetadores para ponérselas en bandeja a su maridito. Directo al trending topic. No eres nadie en la Prensa de Madrid si el ex tesorero no ha enviado una felicitación de cumpleaños con la que comparar su letra. Si en vez de periodista hubiese estudiado para calígrafo al menos podría hacerle la autopsia a los testamentos del presunto delincuente porque siempre tiene que haber alguien que remueva las vísceras del cadáver. Rajoy se enfrentó ayer no a la palabra de un juez sino a la rimbombante prueba del cuaderno que, lo que son las cosas, la Prensa seria subraya en amarillo, que es el color con el que tachan al sensacionalismo y el por favor sálvame. Como si el presidente, con estos pelos, aparece en portada con una rubia en un hotel de Las Vegas al estilo de Messi. No hay como atizar la duda para quemarse en la mentira. Quien tenga algo que añadir que lo haga, en A o en B. La de Bárcenas será al tiempo la B de burro. Y les diría gustoso quién maneja la zanahoria pero prefiero guardármelo para añadir intriga y se pregunten si he recibido algún sobre y si estoy dispuesto a contarlo aun estando sobrio.