Pedro Narváez

Borriquito como tú

Peret era uno de esos personajes que en la España de hoy resultarían tan singulares que no saldrían en televisión a no ser que enseñara el culo. Un genio indignado que iba por libre en la Cataluña de los años setenta cuando el hambre le apretaba tanto como la bragueta en aquellas noches de varios días. Los Peret de hoy piden una subvención al Ministerio de Cultura con la excusa de que la rumba más que una excepción cultural debía ser patrimonio de la Humanidad. La bohemia del arte acaba cuando piden pasta para que le limpien los zapatos. Valle-Inclán fue un apestado que los llevaba relucientes. Un hombre sin zapatos limpios no es un hombre. En su etapa final, el hombre iba allí dónde hubiera un contrato. El acercamiento de la cabeza de la Barcelona mestiza a los vaivenes independentistas no era más que una muestra de que el que no comulgue con Mas no toca la guitarra y menos con ventilador no vaya a ser que levante las faldas de los secretos de familia. Eso confesaba a sus íntimos el finado. Había que comer y correr con los gastos extra de un gitano ácrata, más abultados que los de un burgués repeinado si exceptuamos a los Pujol que no tenían bocas que alimentar sino que tapar. Ante el féretro, Mas igual pensó ayer que había doblegado al rey de la rumba mientras el difunto se reía porque Peret sobrevive muerto y el que le rendía honores es un zombi, borriquito como tú, que confunde la u de unidad con la v de vergüenza. El poder catalán llora hoy por lo que quiere destruir, la Cataluña en la que no se pregunta de dónde vienes, que es hacer un réquiem preventivo de su propio delirio.