Iñaki Zaragüeta

¡Ché, la casta!

A Juan Carlos Monedero, por más empeño y resistencia que oponga, le quedan dos telediarios, como dice la jerga popular, para presentar la dimisión. Conforme pasan los días, su tozudez y la de sus cuates no hacen más que acercar a Podemos a eso que ellos mismos han denominado «la casta». Muchos de sus votantes, simpatizantes y colegas le perdonan lo que a otros condenan en igual situación. No será suficiente.

¿Qué necesitan los pretorianos de esta nueva casta para aplicarle la mínima dosis de medicina que piden para otros? Le han pillado en un renuncio fiscal claro y multimillonario en pesetas (gracias, Ussía). Ha mentido a los suyos y a todos los españoles. Ha ocultado el origen del dinero (por qué será). Desde su banco se han realizado aportaciones anónimas a Podemos, día a día durante tres meses, cantidades pequeñas en operaciones claramente sospechosas (maniobras que recuerdan a otros «affaires» hoy en procesos judiciales). ¿Qué falta para dimitir o destituirle?

Monedero y sus cuates se llaman andana. Los claros indicios sólo han provocado una posición numantina. El «resistiré» que tanto les gusta se ha erigido en máxima irrenunciable. Como Bárcenas, Chaves, Griñán, Mato, Pujol...

A pesar de todo, no hay salida. Finalmente, logrará que los propios correligionarios le acosen, como ya hizo el lunes su representante en la Comunidad Valenciana, Antonio Montiel, que con su «probablemente» vino a confirmar que él dimitiría si estuviera en la situación de Monedero. Por lo visto hasta ahora, deben pensar que, cuanto más tarde en irse, más tardará en aparecer el próximo. Como dice mi amigo Rogelio, ¡ché, la casta! Así es la vida.