Andrés Aberasturi

Con / contra los laboratorios

La Razón
La RazónLa Razón

La noticia tiene una dimensión global: el Tribunal Supremo de la India ha dictado sentencia favorable a los fabricantes indios de genéricos ante la farmacéutica multinacional suiza Novartis, que pretendía registrar la patente de un medicamento contra el cáncer que no presentaba cambios sustanciales con el genérico que ya se estaba produciendo en India. Esta sentencia histórica deja vía libre a los fabricantes indios de medicamentos genéricos. Naturalmente se trata de algo que aplaudimos todos y más aun si comparamos precios y mercados: el 80 por ciento de los 220.000 pacientes de VIH que trata Médicos Sin Fronteras en el mundo dependen de medicamentos genéricos fabricados en India para seguir con vida y por si esto fuera poco, en el año 2000, el tratamiento para enfermos de sida costaba más de 8.000 euros actuales y hoy ronda los 80 euros gracias, otra vez, a los genéricos fabricados en la India. Pero habría que detenerse un momento y tratar de juzgar a los grandes laboratorios con equidad. Es cierto que han abusado y abusan muchas veces con precios desorbitados; es cierto que tampoco se han caracterizado por ayudar al llamado «tercer mundo» con concesiones que abaratasen los medicamentos en los países más castigados. Todo eso es verdad y hasta habría cosas más graves que reprocharles. Pero no hay que perder de vista que para llegar a un medicamento eficaz se han hecho cientos de inversiones en intentos que no llegaron a nada: o nacionalizamos por decreto la investigación farmacológica en todo el mundo

–que no parece– o admitimos que los laboratorios son un negocio en un mercado libre. Pero aun así, convendría poner freno a tantos abusos y los más interesados deberían ser las propias empresas cuya imagen pública no es precisamente de las mejor valoradas por el común de los mortales.