Historia

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Crónica de una muerte anunciada

La Razón
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El glorioso título de la magnífica novela de García Márquez me sirve hoy para mirar hacia un problema emergente: la vuelta de un fantasma cargado con guadaña, esbirro de la muerte segura, que segó las vidas de tantas celebridades y tantas personas anónimas hace años, y que parece querer volver a hacerlo ahora. Se trata de la heroína, la droga malvada, proveniente del opio, de las inocentes amapolas –flor de un día de vida-, cuyo consumo vuelve a crecer después de muchos años apartada por otras drogas, igual de perniciosas, pero quizás algo menos asesinas. En España, cuando la archifamosa movida celebraba la apertura social que, tras la dictadura, supuso el mayor de los regalos, hubo otro, envenenado, que llegó de su mano: la heroína. Muchos jóvenes, tentados por ese mundo hipnótico y paralelo que ofrecía esa droga, entonces de moda, cayeron en sus malvadas redes, se volvieron adictos, ladrones para poder pagar su vicio e incluso asesinos de sí mismos, tras sobredosis inesperadas o incluso elegidas. En el mundo de la música acabó con muchos destacados nombres internacionales. Desde Jim Morrison, al propio Camarón, pasando por Janis Joplin y tantos más, fueron alcanzados por el efecto letal de la heroína. Hubo grupos patrios como Tequila o Gabinete Caligari entre otros, donde irrumpió con fuerza y señaló fatalmente a alguno de los componentes de tales grupos. Ahora, tras años relegada y casi olvidada entre relatos de vidas perdidas por su causa, la droga cuyo consumo suele conducir, inevitablemente, a una muerte anunciada, vuelve a EE UU, pero también a España, amparada por la crisis y por su bajo precio en comparación con la droga reina, la cocaína. El cielo nos ampare.