
Pedro Narváez
Del miércoles 11 al viernes 13
La pesadilla ha vuelto. Después del sueño del 11-S catalán llega Jason a cobrarse nuevas víctimas en el campamento de verano que fue la última Diada. En las películas de terror las primeras víctimas son las que se abandonan a los placeres. Era fácil adivinar que la pareja adolescente cargada de hormonas estaba destinada al hachazo. Así, mientras creen que viven la primavera catalana, protagonizan el otoño del patriarca, en el que son figurantes a los que han prometido paga extra pero que luego recompensarán con un bocadillo al estilo de la claque de la televisión. Como el flautista de Hamelin, Artur Mas ha conducido a su pueblo no a la tierra prometida, sino a la pesadilla de Freddy Krueger, en la que por más que despiertas siempre se duerme, un sueño tras otro en el que resulta imposible distinguir la realidad de la realidad, el mal de los alucinados. Escalofriante. La tarde en que Cataluña se encadenó, TV3 parecía el No-Do. Falló la voz en off nasal y engolada. Demasiado vintage. A falta de verdaderas gestas, en estos días cualquier chiquillada se tilda de histórica. Una cursilada. Permítanme apuntar que aquella retransmisión fue no obstante una manipulación histórica que apelaba a las emociones, que son el prólogo de la hecatombe. Si TVE hiciera lo propio el 12 de octubre, diríase que los fascistas habían regresado de sus tumbas a cortar cabezas soberanistas como Sleepy Hollow en la bruma. Los huérfanos encontraron padre y madre patria por la que mereció salir de excursión, la disminuida burguesía creyó que de nuevo bailaría al son de las máquinas de tricotar, algo así como Alemania hace un siglo. Cuando despertaron, España seguía ahí, el paro seguía allí, Europa seguía allí. Otro viernes 13 el pueblo pedirá cuentas al «president». Las antorchas seguirán a Frankenstein hasta el molino con un bidón de gasolina. Espero que TV3 esté allí para contarlo.
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