Alfonso Merlos

El arte de forrarse

El arte de forrarse
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¡Y a esto le llamaban oasis catalán! Una cosa es que te salgan los hijos listos y otra que se pasen de listos en el arte de forrarse. Es irremediablemente impúdico que un señor haya estado moviendo de aquí para allá cerca de 5.500 millones de las antiguas pesetas con el objetivo indubitado y sostenido de poner la pasta lejos del alcance de la Hacienda pública; que haya explorado la placentera profundidad y el inconfundible confort para el bolsillo de todos los paraísos fiscales habidos y por haber.

Lo de menos es que este aventajado vástago de los Pujol haya completado 118 operaciones financieras (¡cómo si quieren ser 118.000!). Lo de más es esa pasión por Liechtenstein, Suiza, Andorra, por las Caimán... ¡por Gabón! Estamos en apariencia ante una obra de ingeniería financiera de altura (¡o de bajura!). Y ante un sujeto incombustible. Ante quien no dio su brazo a torcer ni sopesó las ventajas de la amnistía fiscal, pasándose por el arco del triunfo la opción de hacer una declaración tributaria especial («¡¿y si me pillan?!»).

O arreglamos este país en poco tiempo, o en cuatro días habrá que levantarle un monumento a los distinguidos agentes que conforman la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales de la Policía Nacional. Lo que está emergiendo de la putrefacta charca en la que han estado braceando y buceando los separatistas catalanes no tiene nombre. No es que sea el puro oprobio, el insulto, la desvergüenza, la desmesura. Es la evidencia de que se ha estado atracando al personal.

O bien han levantado dinero a mansalva del bolsillo del contribuyente o bien han estado viviendo a todo trapo una banda de mangantes que se ha negado a poner lo que tenía que poner en la caja de todos. Tal es así que todo está clarísimo. O ellos o nosotros. O los Alí Babás de turno o los ciudadanos que se desloman para cuadrar los números al final de mes. Señores jueces, hagan lo que tengan que hacer. Pronto y bien.