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Restringido

El facha expiatorio

La Razón La Razón

No hay peor tonto que el que se engaña a sí mismo y lo fácil es etiquetarlos de «fachas», atribuir todo a la onda expansiva de los atentados islamistas de París, titular que Marine Le Pen ha fracasado y dar por sentado que se trata de un fenómeno pasajero.

Vincular exclusivamente los resultados del Frente Nacional a la coyuntura, el calentón, el miedo al inmigrante y el despecho ciudadano, es un error de brocha gorda.

Para empezar, porque antes del aldabonazo de la primera vuelta de las regionales y del 28,5% cosechado este fin de semana, el FN ya ganó y con holgura las elecciones europeas de 2014 y no ha hecho más que crecer desde que gobierna el socialista Hollande. Segundo y mucho más importante, es que Marine ha sacado a la extrema derecha de la marginalidad y ha transformado al FN de un partido antisistema en la primera opción política de obreros, agricultores, jubilados e incluso jóvenes franceses.

Cogió las riendas cuando el FN cuando parecía un partido moribundo y lo ha llevado al primer plano del escenario como una alternativa «razonable». Para ello, sacrificó a su padre, un diplodocus obsoleto, y construyó un discurso sin caricaturas ofreciendo «seguridad», «patriotismo», «familia» y apostando por el histórico «laicismo» republicano, como la clave para frenar la expansión del yihadismo en la «banlieu» y la prédica fanática en las mezquitas.

Sería un desatino subestimar a Marine Le Pen, como están haciendo muchos obnubilados por la noticia de que su partido no gobernara en ninguna de las 13 regiones de Francia. Es cierto que ni siquiera ella o su sobrina han ganado en las comarcas de Marsella o de Calais, donde son hegemónicas, pero eso no modifica lo esencial: la tendencia. El auge de la extrema derecha en Francia no se explica sin el fracaso del modelo de sociedad y de integración buenista que han ido improvisando izquierda y derecha desde hace un par de décadas. Como hacen los populistas rojos en España, Grecia o Portugal, la líder de la extrema derecha gala aprovecha la crisis y se postula como la defensora de los parados, abjura de la globalización y se apunta al euroescepticismo. Y además, está con los compatriotas que recelan del velo musulmán y mascullan que ese Estado al que tantos impuestos han pagado y por el que tanto se han sacrificado, les trata peor que los «ajenos». El verdadero partido de los obreros galos ya no es el Partido Comunista, ni siquiera el socialista: es el Frente Nacional.

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