ETA

El pensamiento invertido de Otegi

La Razón
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Arnaldo Otegi acaba de ser expulsado de las listas electorales de Guipúzcoa en razón de su inelegibilidad sentenciada por los tribunales. En un país tan generoso como España, a los miembros de ETA o de otras organizaciones terroristas condenados por los delitos que cometen se les impone a veces, no siempre, la inhabilitación para ejercer cargos públicos o ser elegidos para ellos. No ocurre como en otras partes donde quienes toman las armas contra el Estado o cometen delitos contra la humanidad son irremisiblemente excluidos del sistema político. Aquí no es así; y por eso hemos visto a más de un asesino ocupar escaño en parlamentos, juntas generales y municipios. Ahora le tocaba a Otegi, pero esta vez el repudio, aunque sólo temporal, ha funcionado.

Sin embargo, la cosa no acaba en la resolución de la Junta Electoral porque, más allá de los recursos que irán agotándose, el partido de Otegi –que es lo mismo que decir el partido de ETA– sostiene que éste sigue siendo su candidato. O sea, que el ínclito Otegi –afamado después de sus hazañas contra vidas y haciendas por prestar su voz a ETA– sigue estando ahí, aunque la lista ahora la encabece Maddalen Iriarte. El lector tal vez no lo entienda. No me extraña; porque este es un ejemplo perfecto del pensamiento invertido, según el cual el significado de las palabras se trastoca para producir confusión.

El caso es que este asunto ha dado lugar a sonoras frases de significado invertido. Por ejemplo, se dice por el partido de ETA que lo de Otegi es «un nuevo ataque a la democracia», como si la democracia no pudiera defenderse de quienes la atacan para destruirla. Pues sí puede; y así lo reconoció en su día, al pronunciarse sobre la ilegalización de ese partido –que entonces se llamaba Batasuna– el Tribunal de Estrasburgo.

Esos mismos añaden que «en el siglo XXI no es comprensible que se limiten derechos políticos ... por razones exclusivamente políticas». Pues sí es comprensible; y más aún si ello se hace con quienes, también en el siglo XXI y en el anterior, recortaron los derechos políticos de aquellos a los que asesinaron, secuestraron o hirieron en nombre de una idea política totalitaria.

Pero la apoteosis del pensamiento invertido la ha mostrado el propio Otegi. Según él, quienes no le dejan ser candidato «están haciendo todo lo posible para que el desarme de ETA no se llegue a producir». ¿Acaso sugiere que es él quien manda en ETA y que, si se le dejan sentar sus posaderas en el Parlamento Vasco, dará la orden de entregar las armas? Y a ello añade que «con la paz... ganamos todos y pierde el Estado», quien al parecer «estaba mucho más cómodo en la situación anterior». O sea, que estos del Estado son idiotas y han combatido a ETA hasta vencerla para estar fastidiados. Entretanto, a Otegi le siguen sus acólitos que, por lo que se ve, no son estúpidos.