Pedro Narváez

El posadito

La Razón
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En este largo intermedio sin ambigú no nos ponen ni unos minutos musicales con los que aderezar la náusea. Ya ni en las canciones nos ponemos de acuerdo. Las preferencias viejunas de Pablo Iglesias y las pseudomodernuquis de Pedro Sánchez conforman una playlist con la que un viaje en coche sería lo más parecido a una tortura. La selección, claro, puede negociarse, hasta que salga un remix de Kiko Rivera con retales de Lluís Llach y Los Planetas a ritmo de «reggaeton» que es a la música lo que el salario mínimo.

Todo es ya tan de revista que las negociaciones para formar gobierno acabarán en la portada de «¡Hola!». Si puede Vargas Llosa, por qué no los nuevos parlamentarios. Si hay que llegar al pueblo, nada como el couché. El posado de Pedro y Pablo tenía ese momento biquini de Ana Obregón que daba por inaugurado el verano, sólo que lo que se abría era la cuenta atrás para las elecciones. Pablo querrá ser eternamente joven, como la actriz, pero cuando menos lo espere verá que el pelo largo más que rebelde parecerá el capricho de un abuelete. Obregón tuvo al menos la ocasión de operarse las tetas y de no engañar a nadie por más mentiras que publicaba. Errejón, sin embargo, siempre tendrá cara de niño con lo que puede ser el líder perpetuo de los ninis siempre que sepa elegir como hasta ahora la marca de zapatillas, que es la pose aspiracional de cierta juventud. Ahí le lleva ventaja al líder, un carisma con fecha de caducidad. Pedro nació para posar, sus cualidades son físicas, y afortunadamente no hace otra cosa. Mientras pose no tomará decisiones ni ninguna medida de la que tenga que arrepentirse. Además de ser presidente no conozco una sola idea que quiera poner en marcha el secretario general del PSOE. Claro que puede ser que uno sea más torpe aún que el criticado, lo que sería genial porque así demostraría que España psiquiatrea más de lo que opinamos los periodistas. Al cabo, este letargo nos está aniquilando como personas humanas y alguno, entre los que tal vez me encuentre, muestra ya maneras de simio, sobre todo a la hora de despiojar a los confidentes. Ni piojos quedan con los que hacer un estofado de maldades. Cuando los políticos no tienen nada que contar es que están muertos. Por eso posan. Para que parezca que aún deambulan por la avenida principal y llevan la estrella del sheriff. Quedan tres posados más antes del desenlace. Aún tiene la nueva política tiempo de parecerlo. Luego ya todo por su parte será ceniza y lodo. Los discursos también se arrugan. Todavía aguantan el tirón popular, pero en pocas semanas empezaran los achaques. El «¡Hola!» es el reino del «photoshop». Ahí todos los náufragos se salvan. Hasta los muertos salen guapos. Posen y vean. Desde aquella tarde de «Los abrazos», la política no ha hecho más que moverse para salir en la imagen congelada de la parálisis. Tendrán que explicarnos además cómo harán para ajustar 10.000 millones extra. A la foto ya pueden ponerle el pie: la culpa es de la herencia recibida. ¿Verdad Pedro?