Rosetta Forner

El retorno de Caín

Nacer a la vida humana es un derecho universal por ser un compromiso del alma. No es de izquierdas, sino de la nueva cohorte de emuladores de Caín, la postura del negarle a un alma nacer. Para los «izquierdosos» radicales, la vida no merece respeto y el aborto es un derecho. ¿Qué certeza les abriga la mente para comportarse con semejante desfachatez y desprecio a la vida como si no existiesen las consecuencias que perduran más allá de esta existencia humana? No hace falta ser católico para creer en el infierno. Una sociedad que no respeta la vida, no se respeta a sí misma –esto es la definición de «infierno»–. La superioridad moral de esos que se creen más dignos que el mismo Dios por el hecho de enarbolar la bandera del progresismo, no es sino un aquelarre para despertar al Caín que todos llevamos dentro. Por cierto, ¿cómo puede ser progresista arrebatarle el destino a un ser antes de nacer, sin dejarle echar el primer llanto humano? La vida humana, hermosa y fea, es el mayor don que tenemos y poseer alma un privilegio angelical. Lo de las alas hay que ganárselo. Éstas nos salen cuando hacemos el bien, cuando le salvamos literal o metafóricamente la vida a otro ser humano. ¿Qué hubiese sido de la humanidad si le hubiesen negado el derecho a nacer a Beethoven (estaba sordo como una tapia, empero escuchaba la música en su interior, lo cual es un milagro), a DaVinci, a Einstein, a Mozart, a Alexander Fleming (descubridor de la penicilina), o a Madame Curie... ¿Qué hubiese sido del mundo sin esos seres extraordinarios? Basta que se rompa un eslabón para interrumpir la cadena de vida y el desastre quede servido en bandeja de progresismo antiespiritual. No es la crisis económica la que ha provocado el retorno de Caín, sino la crisis espiritual, en la que está sumido el ser humano, la que ha provocado el desastre a todos los niveles. La felicidad no está en un billete de 500 euros, sino en la primera sonrisa con la que un bebé muestra su alma al mundo. Sí A LA VIDA.