Iglesia Católica

Enfernos

La Razón
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Que este Papa siente una predilección muy especial por las personas enfermas es cosa archisabida. Todos los miércoles ( y este año también los sábados) durante la Audiencia General les dedica toda su atención: los acaricia, los besa, los ofrece palabras de consuelo, anima a sus familiares y a los voluntarios que les cuidan. Este fin de semana se ha celebrado en Roma el Jubileo de los enfermos y de las personas discapacitadas. La Ciudad Eterna ha sido «invadida» por una multitud llegada desde tierras lejanas superando en muchos casos las dificultades logísticas de sus «hándicaps» físicos y psíquicos. Francisco les ha acogido con los brazos abiertos. El sábado recibió en el Aula Pablo VI a un numeroso grupo de personas «diversas», como prefirió llamarles, asegurándoles que «la diversidad es una riqueza, un reto que nos hace crecer». El Papa se indignó ante la discriminación que sufren y sobre todo cuando ésta proviene de sacerdotes que, por ejemplo, les impiden el acceso a ciertos sacramentos. «Si un sacerdote no acoge a todos –dijo–, es mejor que cierre las puertas de su Iglesia».

El momento culminante de este Jubileo tan singular fue la Eucaristía celebrada ayer en la Plaza de San Pedro. La lluvia, que había comenzado a caer a primeras horas de la mañana, fue clemente y se retiró. La visión de tantos enfermos impresionaba y la liturgia se adaptó a sus necesidades: el evangelio, por ejemplo, fue escenificado para hacerlo comprensible a todos. El Papa fue meridiano: «Se considera – dijo– que una persona enferma o discapacitada no puede ser feliz porque es incapaz de realizar el estilo de vida impuesto por la cultura del placer y de la diversión... pero el mundo no será mejor cuando este compuesto solamente por personas aparentemente perfectas, sino cuando crezca la solidaridad entre los seres humanos, la aceptación y el respeto mutuo». Con su extraordinaria capacidad de acuñar fórmulas, Bergoglio aseguró que una de las enfermedades más difundidas hoy es la «patología de la tristeza» que sólo se cura con amor y con la «terapia de la sonrisa».