José Luis Alvite

Gestos con cañón

Gestos con cañón
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Somos el segundo país de la UE con el menor gasto porcentual en Defensa. Los pilotos se reparten las restricciones en las horas de vuelo, los carros de combate están cubiertos con lonas y el porta aeronaves «Príncipe de Asturias» ha sido enviado al desguace por falta de presupuesto para su mantenimiento. Se comprende que la crisis económica comporte restricciones presupuestarias, aunque más difícil es aceptar que esas restricciones se conviertan en desidia, hasta el punto de convertir la Defensa Nacional en un simple capricho del que se pueda prescindir. Conviene no confundir la hospitalidad con la indefensión. Es bien sabido que la pujanza diplomática de una nación depende mucho de su determinación militar. Ningún país ha construido un imperio a partir de los simples modales, ni hay constancia alguna de que alguien haya evitado un conflicto reduciendo las hostilidades a un coloquio de sobremesa en el comedor de cualquier cancillería. Cada vez que un dirigente internacional levanta la voz en tono exigente, los analistas no se preguntan por sus argumentos, sino por su presupuesto en Defensa. La expansión comercial de China es simultánea a su creciente inversión militar y si Israel se mantiene incólume en el acorralamiento geográfico en el que se encuentra, no se debe a sus razones históricas, o a su eficacia diplomática, sino a la altísima cualificación de sus pilotos de combate. No hay un solo país sin enemigos. Nosotros también los tenemos y se crecerán en la medida en la que aumente nuestra indefensión y seamos lo bastante idiotas como para hacerles ver que seríamos sus amables anfitriones en el caso de que decidan agredirnos. No caigamos en la simpleza de suponer que podemos ser respetados por nuestra amabilidad o por nuestra gastronomía en un mundo cada vez más complejo y más competitivo en el que, por desgracia, los grandes gestos de la diplomacia tienen más alcance si se tiene la posibilidad de desplegarlos con un cañón.