César Vidal

Gibraltar (III)

Desde el principio, los ingleses fueron conscientes de que Gibraltar era incapaz de automantenerse y que sobrevivía gracias a actividades ilegales. El 25 de agosto de 1841, por ejemplo, Lord Palmerston, en una bochornosa nota enviada a la legación española en Londres, afirmaba que los barcos de contrabandistas irían armados con cañones para defenderse de los guardacostas españoles. Por supuesto, no todos los británicos veían con agrado semejante suma de desafueros. En 1856, sir Robert Gardiner en su «Informe sobre Gibraltar. Una fortaleza y una colonia» se preguntaba: «¿Cuáles deben ser los sentimientos de todos los españoles con esta noble Roca a la vista siempre, ocupada por extranjeros?». Seis años después, John Bright afirmaba que «el Peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del honor». Naturalmente, Gibraltar se vio afectada directamente por el proceso descolonizador. En 1950, el Gobierno británico inició en Gibraltar un proceso de repoblación que, supuestamente, ayudaría a legitimar la colonia. La acción fue contestada incluso en Gran Bretaña. En febrero de 1951, por ejemplo, William C. Atkinson indicaba cómo Inglaterra se había comportado en la situación de Gibraltar añadiendo «el insulto a la herida». El 17 de septiembre de 1954 Halliday Sutherland señalaba que la toma de Gibraltar en 1704 «fue un acto de piratería» y en 1966, Arnold J. Toynbee planteaba: «¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land´s End o en las islas del Canal?». Sin embargo, lo más importante fue que el Comité de la ONU encargado por Resolución 1654 (XVI) de 27 de noviembre de 1961 del examen de cuestiones relacionadas con el proceso de descolonización proclamó solemnemente en su resolución de 16 de octubre de 1964 que «las disposiciones de la Declaración sobre la concesión de independencia a los países y a los pueblos coloniales se aplican íntegramente al territorio de Gibraltar». El 16 de diciembre del año siguiente el plenario de la XX Asamblea General de la ONU aprobaba un proyecto de resolución sobre Gibraltar en el que volvía a insistir en su carácter colonial. La Resolución fue aprobada por 96 votos a favor y ninguno en contra. Ni que decir tiene que Gran Bretaña optó por burlar el Derecho Internacional sin el menor reparo. No sólo eso. Con el paso de los años, al contrabando se fueron sumando otras actividades ilegales no menos lucrativas, aunque sí más inmorales.