Ángela Vallvey

Herencia

La Razón
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Los despóticos «impuestos de sucesiones» de algunas comunidades autónomas están creando realidades familiares trágicas. Para Locke, la propiedad privada era un «resguardo» ciudadano para conservar una cierta libertad frente a los abusos del poder. Sabía que la Ley la hacen los gobernantes, no siempre justos, por lo que la propiedad se constituía en garante de independencia individual. Mientras Rousseau miraba con suspicacia la propiedad como fuente de desigualdad, Locke la conceptuaba como una provisión ciudadana de bienestar y tranquilidad. Para Locke, los seres humanos heredan de sus padres la propiedad en la sociedad civil, no la autoridad política, no transferible (¡ya!...). Locke influyó en los padres fundadores de democracias liberales como EE UU, mientras Rousseau dejó su huella indeleble en pensadores como Marx y socialistas incluso contemporáneos. Pero a las ideas, como a cualquiera, se las conoce por sus resultados, y la evidencia de los crudos datos dice que los países que más respetan la propiedad son aquéllos que logran mayor desarrollo, libertad y respeto por la Ley, empezando por los Derechos Humanos. La tendencia en España es seguir las ideas de Rousseau antes que las de Locke. Los disparatados impuestos de sucesiones con que algunas administraciones estrangulan a sus electores están creando situaciones de clamorosa injusticia social. Numerosos ciudadanos tienen que renunciar a herencias de sus familiares porque no pueden pagar esos opresivos tributos, empobreciéndose desdichadamente mientras la Administración los subasta y malvende a pudientes o especuladores que consiguen comprarlos a precio de ganga. Lo malo es que se está extendiendo la idea de que hay que «nivelar» ese impuesto de las comunidades autónomas para que se pague lo mismo en todas ellas (ahora hay diferencias escandalosas). Sin embargo, sería bueno que continuasen existiendo diferencias (competencia) entre distintas regiones. Porque eso le da al menos una oportunidad al contribuyente: la de huir y radicarse lejos de cada administración injusta. Lo peor –lo más probable– es que si la polémica continúa y la presión social resulta eficaz, se acabe igualando el impuesto en todas las comunidades autónomas..., pero por arriba, poniendo el más alto como obligatorio. Así, pocos podrían permitirse heredar. O sea, que solo heredarían los ricos. Y es que, por estos lares, además de Montesquieu, hace tiempo que Locke pasó de moda... Si es que lo estuvo alguna vez.