
Alfonso Merlos
Impostores y vividores
No por poco sorprendente deja de ser nauseabundo. ¡Lo que nos faltaba! No sólo que los sindicatos de clase nos aleccionen y chuleen, sino que con todo el descaro del mundo comuniquen en sede parlamentaria que con el dinero que sufridamente paga el contribuyente hacen lo que les cuadra y como les cuadra. Sin más.
La respuesta sería muy sencilla. Si ustedes no se dejan controlar, si no saben de qué va la democracia, se les cierra el grifo de las subvenciones. Punto pelota. ¡Y allá se las compongan!
Las centrales que prueban mes a mes que viven a costa de los demás, los que están dejando de manifiesto que son unos fingidores y unos jetas, los que no pagan a sus trabajadores en Aragón, los que han despedido a sus empleados a granel en plena crisis, los que se lo han llevado crudo de los ERES falsos de Andalucía ahora proclaman que nos hemos de fiar de ellos, que donde para otros se aplica la transparencia para ellos debe regir la opacidad. ¡¿Se puede tener menos vergüenza?!
Lo que revelan UGT y CCOO con este comportamiento tan bajo, con esta declaración de intenciones tan grosera es lo que siempre pensamos. Estos sindicalistas de pitiminí se niegan a presentarse ante la opinión pública como deben: con los bolsillos de cristal. ¿Por qué? Quizá porque en los últimos tiempos han sido los reyes del chanchullo, porque han sido los campeones de la trapisonda. Quizá porque su bastardo objetivo ha sido medrar de enredo en enredo para depredar lo que otros producimos en lugar de defender a los desprotegidos obreros. Los que hoy, a personajes menores como Toxo y Méndez, no le deben sino el desaire y el repudio.
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