Mundial de clubes

Kamikazes

La Razón
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El Mundialito, que proporciona al campeón europeo menos prestigio que el desprestigio que le podría acarrear no conquistarlo –para los hispanoamericanos es gloria alcanzar el último partido–, discurre en Japón con aire en las velas del Madrid, que no encontrará rival en el Kashima. Salvo sorpresa. O milagro. Y en el fútbol los prodigios no están descartados. Véase que Grecia ganó la Eurocopa y que Corea del Norte, 13 años después de la guerra, eliminó a Italia del Mundial de Inglaterra’66. Minuto 42, 1-0, gol de Park Do Ik en el Ayresome Park de Middlesbrough. Una hazaña, un muro que no pudieron derribar los italianos, que pensaban que en el segundo tiempo habían salido once norcoreanos diferentes porque corrían como demonios. El gran Eusebio Primero y Único de Portugal marcó cuatro tantos y remontó el 3-0 que empujaba a la revelación asiática a la página siguiente.

Repasada la Historia, ¿podrá el Kashima con el Madrid? A priori, ni de coña. No hay color; la distancia futbolística entre ellos es sideral; la diferencia de plantillas, de figuras, interespacial... Pero Albertosi encajó aquel gol de Do Ik y Lee Chang-Myung despejó todos los pepinazos de la artillería transalpina. «Fútbol es fútbol», que decía el admirado Boskov para explicar lo inexplicable, que un misterio es un arcano y seis, media docena. Por eso, en este sagrado deporte alérgico a las innovaciones, todo es posible; pero si Zidane y sus huestes no permitieron que el aguerrido América les sorprendiera, seguro que harán lo imposible para no caer humillados frente al indiscriminado ataque de los kamikazes japoneses.

El Madrid es muy superior y su prestigio está en juego. Tendrá más trascendencia una derrota que la victoria, incluso que esa marca sideral: 37 partidos invicto.