Enrique López

La cultura es la solución

La Razón
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Marcelino Domingo fue ministro de Educación en los albores de la Segunda República, si bien en aquel momento ese Ministerio se denominaba de Instrucción y Bellas Artes. No solo fue un ministro gestor que propuso una gran reforma de la enseñanza, sino que además, junto con Manuel Azaña y Santiago Casares Quiroga, participó en 1934 en la creación de Izquierda Republicana. Me llama la atención un artículo suyo publicado en el periódico «El Sol» en 1931, en el que decía que la instrucción pública es el problema fundamental de la República, y añadía que un pueblo puede en una hora de exaltación imponerse, derribando un régimen y edificando otro, pero una democracia no puede subsistir sin una ciudadanía y sin una aristocracia espiritual. Decía que ni la ciudadanía ni la selección son posibles sin la cultura y por ello urgía resolver el problema de la cultura española. Resulta sorprendente como palabras pronunciadas hace casi un siglo siguen siendo tan actuales a pesar de los ingentes recursos que las administraciones dedican a la educación. Es paradójico que nuestro sistema permita que estudiantes puedan pasar al Bachillerato con una nota media de toda la ESO inferior al aprobado y con dos asignaturas suspensas, y no voy a entrar a valorar por qué algunas comodidades autónomas que figuran en la cola de la excelencia educativa según el informe Pisa, se aferran a una educación permisiva en la obtención de buenos resultados y que al mismo tiempo se cuestione que para obtener becas de ayuda al estudio se exija una nota por encima del aprobado. Marcelino Domingo proponía que había que aportar todas las asistencias del Estado al talento y no se puede objetar nada al respecto. Nadie puede ni debe dejar de formarse por la falta de recursos económicos, debiendo ser aportados por el Estado a través de los medios que obtiene de los impuestos que pagamos fundamentalmente las clases medias. Pero estos ciudadanos, que son legión, exigen que los recursos que aportan sean bien utilizados, y ello solo se consigue en la educación si los estudiantes alcanzan los mínimos conocimientos exigibles en una sociedad moderna como la nuestra. La educación no solo es un derecho, es un deber que tiene todo ciudadano de intentar formarse y adquirir la cultura suficiente como para poder desarrollar y ejercer todos sus derechos con un mínimo de sabiduría, aunque a veces parezca que existen dirigentes que prefieren una sociedad poco instruida. Algunos políticos tienen alergia a términos como esfuerzo y responsabilidad. Parece que exigir esfuerzo en el aprendizaje, que no sacrificio, es aterrador y vulnera no sé qué tipo de derecho fundamental hasta este momento ignoto. Decía Hesíodo que la educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser. Parecen que algunos están empeñados en que los ciudadanos no sepan lo que son capaces de ser, quizás porque prefieren gobernar más a un rebaño que a una sociedad intelectual. Decía Lenin que la calidad social de la economía y la gestión de las instituciones del Estado depende de la cultura, eso sí, con libertad, palabra que parecía repugnarle.