El rapto de Helena por Paris fue la causa de la guerra de Troya. Ya habían pasado diez años desde que los griegos llegaron a sus murallas y los troyanos habían resistido el asedio heroicamente. Pero Odiseo, el astuto varón, concibe una última estrategia. Ordena a los artesanos construir un enorme caballo. Éste tenía una escotilla escondida en el flanco derecho y en el izquierdo una sentencia en forma de jaculatoria: «Con la agradecida esperanza de un retorno seguro a sus casas después de una ausencia de nueve años, los griegos dedican esta ofrenda a Atenea». Esta estrategia se encaminaba a engañar a los troyanos, que eran muy crédulos. Picaron el anzuelo, aceptaron aquel presente como un regalo y lo introdujeron en la ciudad, lo que exigió el derribo de parte de los muros de la misma, dado el tamaño del caballo. El enemigo no se había retirado, en la oscuridad de la noche, cuando la lechuza emprende su vuelo, desde la altura del vientre del caballo con sigilo, abrieron las puertas de la ciudad, y más tarde pasaron a cuchillo a todos sus habitantes. La crisis actual, a la que la educación ha de dar respuesta, es financiera pero en su raíz primera es una crisis ética. Europa, como Troya en su día, se siente amenazada. ¿Cuál es el principal enemigo de Europa? El nuevo caballo de Troya que amenaza a las ciudades europeas, a diferencia de la narración clásica, no ha consistido en idear una estrategia que fuese necesaria la práctica de la nocturnidad, sino que el «enemigo» ha actuado a plena luz del día. La reforma educativa, si no enfrenta valientemente al reto de la formación ética, la verdad de la formación moral, puede caer en las fauces del tiburón. Este es el gran reto que tiene ahora entre manos el ministro de Educación.