
César Vidal
La «famiglia»
Lo recuerdo como si hubiera sido ayer mismo. Había yo descubierto en el centro de Madrid una tienda donde vendían de manera totalmente legal DVD de segunda mano y acostumbraba a visitarla para examinar las novedades que iban llegando periódicamente. A fin de cuentas, no estaba nada mal llevarse un John Ford o un Stanley Kubrick quizá sólo visto un par de veces por tan sólo un euro y medio. Una mañana de sábado, andaba yo echando un vistazo a las películas colocadas pulcramente en orden alfabético cuando sorprendí la conversación de dos jóvenes que hablaban con un marcado acento norteafricano. Uno de ellos sostenía en la mano «El padrino» y le preguntaba al otro: «¿La has visto?». El segundo sacudió la cabeza y dijo: «No, ¿de qué va?». La respuesta fue contundente: «Es fantástica. Es de una familia que hace negocios». Según se mire, la definición no podía ser más ajustada a la realidad. Los Corleone, a fin de cuentas, eran una «famiglia» dedicada a los negocios aunque, justo es decirlo, también tenían pretensiones de acción social y ayuda al necesitado que se agudizaban en la tercera parte de la saga. A decir verdad, quizá no resulte tan extraño que millones de personas en el mundo los hayan contemplado desde hace décadas con simpatía. Y eso que los Corleone tampoco eran tan excepcionales. Por ejemplo, el patriarca, don Vito, no consultaba a una bruja de las montañas, ni había sido oficial ni tampoco había estudiado en un colegio alemán en la época de Hitler. El hijo mayor, Sonny, tampoco se había dedicado jamás a unir a las distintas regiones del país valiéndose de la corrupción. El hijo pequeño, Michael, incluso era un héroe nacional, veterano condecorado en la guerra y no tenía una cuenta en Suiza apelando, por ejemplo, a su condición de marmolista. En cuanto a la «mamma», difícilmente podría haber sido más entrañable, distante de disparates como, por ejemplo, tirarse en paracaídas después de la menopausia. Es verdad que influían en algunos jueces y senadores, pero entre todos no controlaban un parlamento regional ni los medios de comunicación de la zona ni tampoco a cineastas, escritores, clérigos e incluso criadores de palomas convenientemente subvencionados. A lo sumo, podían amedrentar a un productor para ayudar a un cantante sin voz. Y es que –no cabe engañarse– «famiglia» por «famiglia» no está nada claro que los Corleone fueran ni de los más influyentes ni de los peores.
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