Enrique López

La fuerza de los pactos

La Razón
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Llegan momentos de pactos y llega el momento de grandes acuerdos nacionales sobre aspectos básicos de nuestro modelo político, económico, y por qué no, también social. Los pactos han de forjarse sobre una base política muy amplia, donde forzosamente tienen que estar implicadas varias fuerzas políticas, que por sí mismas gocen de un gran apoyo social. Algunos creen que la amplitud de un pacto se forja sobre una sopa de letras, cuantas más siglas mejor, y ello al margen de que muchas de ellas tengan una exigua o nula legitimación popular; otros creen que los pactos sólo se pueden alcanzar con aquellos que les caigan bien, evitando cualquier tipo de acuerdo con aquellos que consideran contrarios, ante lo cual, de entrada generan lo que pareciera un insoslayable abismo que nos conduciría a las por algunos ansiadas terceras elecciones, marcando un triste récord en la historia política española y europea. Pero de lo que no cabe duda es de que si reina el sentido común, la responsabilidad histórica y sobre todo, la de Estado, pronto nos veremos abocados a una forma de gobierno de permanente pacto y puesta en común de cualquier iniciativa. Esto a priori pudiera parecer un obstáculo para afrontar las reformas pendientes en España, cuando pudiera ser todo lo contrario. Si se consiguen pactar las reformas, lo serían con una amplio acuerdo político, que, al margen de su acierto, tendrían una respaldo político y social que las convertiría en duraderas. Es cierto que muchos puntos de vista no garantizan el acierto en la medida, y que a veces un solo punto de vista, determina mejores soluciones que el pacto, pues éste puede suponer una suerte de arreglos y componendas que hace que las soluciones sean menos exitosas; mas de lo que lo que no cabe duda es de que una reforma apoyada por más de una fuerza política, a pesar de mayorías absolutas, goza de una permanencia gracias a su no cuestionamiento, que hace que al final sea asumida por todos. En el mundo de la Justicia ocurre un poco esto; nuestro sistema se basa en una arquitectura que provenía de la dictadura, y que fue profundamente reformada por el PSOE, partido al que la ha correspondido gobernar durante el mayor periodo democrático que vivimos en la actualidad. Cuando accedió el Partido Popular por primera vez al Gobierno, propuso en su segunda legislatura un gran pacto de Estado suscrito finalmente con el PSOE, que se rompió cuando este último partido llegó de nuevo al Gobierno en el año 2004. En esta última legislatura, el Partido Popular ha aprobado una reforma de la Justicia que contaba con un inicial acuerdo con el PSOE, pero finalmente también se rompió, y se impuso la mayoría absoluta. Después de todo este periplo, parece que nadie está satisfecho con nada, y lo que queda demostrado es que los éxitos de las fórmulas de reforma no dependen tanto de su acierto intrínseco como de la percepción social de pacto, y a ello hay que dedicarse en el futuro. Buscar entre todos fórmulas adecuadas y eficaces con un amplio apoyo político, y a partir de ese momento, que nadie cuestione sus resultados.