Julián Redondo

La red

La Razón
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El pasado 18 de julio, Josep Maria Bartomeu ganó las elecciones a la presidencia del Barça y en la toma de posesión recalcó que no mezclaría política y deporte, un cóctel a menudo Molotov. Institucionalmente ha intentado no cruzar la linde, pero en Cataluña no es fácil nadar entre dos aguas. Cuando la coronación de los Reyes Felipe VI y Letizia, el club que ya presidía Bartomeu felicitó cariñosamente a los monarcas y así apareció en la web azulgrana. Le machacaron. Los que entonces ponían una vela a Mas y hoy la encienden por Puigdemont, que viene a ser lo mismo pero con un pabilo más radical, se volvieron contra el palco «on line» desde las redes sociales, que parece que las carga Piqué, que en este ámbito viene a ser como el diablo.

Preso en la «red», Bartomeu tomó nota y muy a su pesar contemporizó con las algaradas del Camp Nou en la final de Copa. En su directiva hay soberanistas, independentistas y, lo que más abunda, tibios, para no meterse en líos.

Lo malo es que muy a su pesar les salpican con los charcos. Dani Alves la montó con la Prensa, que ha aceptado su personalísima disculpa para no enfangar el mundillo más de lo que está, y cuando el Barcelona le reprendió, las redes sociales y los aficionados azulgrana se alinearon con el futbolista brasileño y el club tragó saliva.

Sólo tres días después, el Parlament investía president a Carles Puigdemont y el Barça, como hizo con los Reyes, le felicitó mediante un tuit; pero, por lo que cuentan, al «escritor» se le fue la mano hasta convertir el gesto institucional en toda una declaración de principios, acorde a la independencia que proclama el nuevo Gobierno catalán.

Y ahí está el presidente Bartomeu manguera en ristre intentando apagar el fuego. Un soberano trajín.