Religion

Laicidad

La Razón
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Recientemente el Papa ha concedido una entrevista al periódico católico francés «La Croix» (equivalente a nuestro tristemente desaparecido «YA»).

Uno de los temas abordados ha sido el de la laicidad, concepto muy ligado a la historia y a la cultura de la nación gala. «Ah, la laicité française», exclamó Francisco durante la entrevista. «El Estado debe ser laico –afirmó Bergoglio–. Los estados confesionales acaban mal. Es algo que va contra la historia». Una afirmación contundente que no puede ser más actual. «Creo –añadió– que una laicidad acompañada de un sólida ley que garantice la libertad religiosa ofrece un marco para encontrarse. Todos somos iguales como hijos de Dios o con nuestra dignidad humana».

Pero el Papa no ignora que en nuestras sociedades hay quien confunde laicidad con laicismo o, como dice el refrán castizo, la gimnasia con la magnesia. La laicidad supone neutralidad entre creyentes de diversas religiones y no creyentes, mientras que el laicismo es un concepto militante con tendencias anticlericales y, en el fondo, antireligiosas.

«La pequeña crítica que yo haría a Francia a este respecto es exagerar la laicidad». Según Bergoglio, esto significa considerar la religión como una subcultura y no como una cultura de pleno derecho y es una herencia de la Ilustración francesa (el llamado «siècle des lumières»). A este lado de los Pirineos el laicismo tiene orígenes menos ilustrados y es, sobre todo, anticlerical; esto en sí no es muy grave porque hay que distinguir entre un anticlericalismo sano (que combate los excesos del clericalismo) y otro menos sano de la porra y la persecución. Nuestra historia nos ha dejado tristes ejemplos de este último. Hoy, por fortuna, las cosas son algo más sutiles pero no menos importantes. Me refiero, por ejemplo, a la objeción de conciencia que es un derecho de toda persona humana aunque sea funcionario. El estado debe respetar la conciencia de todos los ciudadanos. En eso consiste la verdadera laicidad.