Alfonso Ussía

Las maletas del Rey padre

La Razón
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Señor: Si no ha embarcado aún en el avión que llevará a Su Majestad a La Habana, tenga a bien exigir que devuelvan a la terminal sus maletas y retorne raudo y veloz a su hogar. De allí, diríjase a su despacho en el Palacio Real y convoque a un representante del Gobierno para que le explique los motivos de la encerrona en la que pretenden meterlo.

Aunque siempre se ha mostrado dispuesto a representar a España siguiendo las indicaciones del Rey y del Gobierno desde su abdicación de la Corona, en esta ocasión tiene todo el derecho a preguntar por las causas de su designación como el más alto representante de España en el adiós a un criminal. Más aún, si Vuestra Majestad repasa la relación de personas procedentes de España que le acompañarán en los actos habaneros. Allí estará Pablo Iglesias, el amigo y defensor de etarras y genocidas. Allí estará Arnaldo Otegui, el terrorista amigo del mencionado Iglesias, de Évole y de Alberto Garzón. Allí estarán los representantes de la CUP, el violento partido separatista catalán que está convirtiendo la convivencia en Cataluña, siempre ejemplar, en un depósito fecal de odio y racismo. Lo peor de lo peor de España se reunirá en torno a las cenizas del tirano de Cuba, y ahí, si me lo permite, no puede estar Su Majestad.

Que le bajen las maletas, Señor, o que el avión despegue con su equipaje pero dejando a Su Majestad en tierra. En España muchos intolerantes no le han perdonado que fuera Vuestra Majestad el impulsor de la reconciliación y el artífice del camino que llevó a los españoles desde la dictadura –dictablanda en los últimos decenios–, a la democracia, la libertad y los derechos humanos, todo ello contemplado en la letra y el espíritu de nuestra Constitución de 1978. Aunque muchos no se lo reconozcan, los mejores años de España se han desarrollado en el reinado de Su Majestad. Y el Señor se va a encontrar allí, con lo más abyecto de España y lo menos recomendable del mundo. Hasta Putin ha decidido no acudir a La Habana y enviar en su lugar a un ruso sorprendido y escogido al azar en los pasillos del Kremlin. El mismo ministro ruso de Exteriores, el inteligente Lavrov, ha manifestado su escasa disposición a perder el tiempo y el sitio acudiendo a semejante guateque funerario.

El Gobierno en funciones le hizo la faena de enviarlo como representante de España a la firma del acuerdo entre un Estado de Derecho y las sanguinarias y narcotraficantes FARC. Un acto ridículo, por cuanto los colombianos deslegitimaron en las urnas el humillante acuerdo.

Vuestra Majestad representa el alto valor de la libertad y no puede compartir con los enemigos de los Derechos Humanos y de la civilización occidental la tribuna de los afligidos por la muerte de un sátrapa multimillonario que ha arruinado a su pueblo. Miles de cubanos, por sus ideas, han sido sus presos. Y miles de cubanos, por sus ideas, han sido sus muertos.

El Gobierno ya no está en funciones. Se presume que está funcionando. Y alguien de ese Gobierno, que Vuestra Majestad y yo sabemos de quien se trata, está empeñado en debilitar su imagen abusando de su plena disposición institucional.

El Rey Don Juan Carlos no debe asistir a los duelos y quebrantos de las cenizas con barba chamuscada. El Rey representa un valor institucional insuperable, y no puede ser rebajado por el capricho de algún gobernante malintencionado. Con Iglesias, Otegui y los de la CUP en La Habana, el Rey Padre se tiene que quedar en Madrid. Es lo que siento, Señor. Que le bajen las maletas.