Represión en Venezuela

Los amigos del caimán

La Razón
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Se va el caimán. Por mucho que Garzón llore en el aniversario de la muerte de Chávez y Monedero mande saludos a los sicarios chavistas, las horas del tirano están contadas. Todavía restan muchas jornadas de gases y perdigones. Quedan largas semanas de dolor y seguirán apilándose los cadáveres de estudiantes, pero el tiempo de los asesinos, de los ladrones y narcotraficantes que han convertido Venezuela en un infierno ha concluido.

El paripé de hoy, con la amenaza de que quien no vaya a votar será expulsado del trabajo y quien se manifieste en contra de esa constituyente ilegal irá a la cárcel, no servirá a Maduro ni para ganar tiempo. Es muy difícil derrocar a un régimen despótico sin ayuda exterior, máxime cuando el sátrapa reprime sin contemplaciones, pero la indignación del pueblo venezolano ha rebasado todos los niveles y es incontenible. Sería mucho más sencillo, incruento y rápido si los países decentes de la comunidad internacional obviaran por una vez sus mezquinos intereses económicos y aprobaran sanciones reales contra los matarifes. En contra de lo que sugiere Alfonso Dastis, nuestro ministro de Exteriores, no hay ya margen alguno para una salida «negociada, democrática y pacífica». Si EEUU dejara de comprar petróleo barato a PDVSA y Gobiernos como el de España, además de recibir a Lilián Tintori y restregar por la cara a los de chekistas de Podemos los millones manchados de sangre y cocaína que han recibido de los verdugos bolivarianos, se olvidara de empresas como Meliá, BBVA, Santander, Mapfre, Globalia, Nestlé, Movistar, Acciona, ACS, Iberdrola, Repsol o Zara y asumiera sin matices que los derechos humanos están muy por encima de las cuentas de resultados, el inepto Maduro no tardaría en sentarse como acusado ante el Tribunal de la Haya o en sestear con un mono anaranjado en una cárcel de EEUU.

Lo pueden hacer solos, pero les ahorraríamos cientos de muertos y el pueblo de Venezuela nos lo agradecería eternamente, si les ayudáramos.