Andorra

Los niños de Tabarnia

La Razón
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He visto niños cantar con lazos amarillos sobre camisa negra. No son voces a favor de la libertad son pequeños utilizados para las miserias de sus mayores. He leído los episodios incompletos de Tabarnia. Las posibilidades creativas que es capaz de generar el sencillo ejercicio de aplicar el razonamiento independentista al espacio independentista resulta vergonzante para los supremacistas. La hipótesis de las matrioskas aplicada a la política de exclusión resulta ridícula para los que han crecido y prosperado con la fuerza, la inteligencia y el trabajo de los otros, los del exilio interior, los turistas, la emigración con acento extremeño, andaluz o castellano... los otros. La reacción muestra que cuando se les afea el truco niegan la mayor y se abrazan a eso tan difuso que son los sentimientos. La política construida sobre sentimientos deviene en obsesiones y persecuciones. Son los niños de Tabarnia a los que sus padres y maestros no les dejan ser los que cantan sobre fondo de estelada. Que ambas escenas me aborden en estos días en los que la imaginación es la razón de celebrar me parece glorioso. La imaginación es el patrimonio virgen de la infancia por eso moldearla hasta su ahorcamiento es obsesión de los totalitarismos y con menor virulencia de cualquier régimen. La derrota de la imaginación es el hall de cualquier dictadura se apellide como se apellide. Imaginar ínsulas baratarias resulta enriquecedor, obligar a la conversión de ciudadanos libres en ciudadanos de segunda por obra y gracia de unos líderes fanatizados es el fin de la libertad. Hemos construido una sociedad con los contrapesos legales para ir tirando, hemos guardado todavía los espacios para que cada generación pueda desarrollarse en los entornos apropiados, cierto que los jóvenes han visto mutilada la expectativa generacional, hemos ido generando espacios abiertos de convivencia, nos hemos respetado. Van a por nosotros y en esa primera persona cabe todo el plural que es capaz de desarrollar una sociedad inteligente. Estamos ahora en esa tregua navideña, anclados en este día de los Santos Inocentes, con poca broma y menos risas en una sociedad que mayoritariamente ha decidido pintar de amarillo los grises de unos torpes tecnócratas que se alicataron de políticos para enterrar a los abuelos que se llevaban el dinero a Andorra o Suiza, que se ocultaron detrás de las banderas para edulcorar la bancarrota y el desastre. Son esos políticos que entraron al Parlament en helicóptero los que se encargaron de dinamitar el Parlament... esos políticos que hoy suman más escaños.