César Vidal

No todos los negros son iguales

Hace apenas unos días, un tribunal de la Florida absolvió a George Zimmermann por la muerte de un joven negro llamado Trayvon Martin. El caso estaba llamado a convertirse desde el inicio en una «cause célébre» porque la sociedad norteamericana se vio desgarrada entre los que consideraban que Trayvon Martin era una víctima del racismo blanco y los que consideraban que Zimmermann había actuado en defensa propia disparando sobre un sujeto que lo agredió fracturándole la nariz y causándole otras lesiones. Hay que decir en honor a la verdad que los partidarios de crucificar a Zimmermann empezaron a ver cómo las cosas se les ponían cuesta arriba cuando en lugar de las fotos iniciales de Trayvon que lo mostraban como un niño extraído de los Jackson Five aparecieron sus últimos retratos. Trayvon quizá fuera un santo varón, pero, grande como un castillo, su aspecto era más que suficiente como para cruzarse de acera si uno se lo encontraba por la noche. Por añadidura, también salieron a la luz sus historiales de relación con las drogas y con la violencia y, para cuando empezó la vista de la causa, la mayoría de los norteamericanos –negros y paniaguados de ciertas ONG aparte– estaba convencida de que todo había sido un drama como siempre lo es la muerte de un adolescente, pero que Zimmermann, un hombre que vigilaba su barriada gratis al servicio de la comunidad, estaba mucho más cerca del héroe que del villano. El mismo Obama, al conocerse el veredicto, no fue más allá de afirmar que la muerte de Trayvon era una tragedia. La historia quizá no tendría mayor relevancia de no ser por el homicidio, apenas unas horas después de la sentencia, de una pastora negra. La mujer estaba entregada por completo al servicio del prójimo y, a diferencia de Trayvon, sobre su pasado no pesaba la menor mácula. Sin embargo, su muerte no ha corrido a manos de un blanco, sino de unos delincuentes negros. El resultado es que, a día de hoy, todavía andamos a la espera de que alguna organización se lance a la calle pidiendo que se haga justicia con los homicidas. Y es que en Estados Unidos no todos los negros son iguales. Si el verdugo es un blanco, el negro puede acabar convertido en héroe aunque no pase de ser un delincuente común. Si el verdugo es negro, ah, entonces pocos recordarán su muerte. Menos mal que la Justicia sigue siendo independiente.