Fernando de Haro

Nos equivocamos

Nos equivocamos
Nos equivocamoslarazon

Los escándalos de UGT que a diario conocemos certifican que nos equivocamos. La transición política con la que nos pusimos de acuerdo para que la democracia volviera a España es, sin duda, uno de los éxitos de los que podemos estar más orgullosos. Pero la transición económica fue otro cantar.

Uno de los grandes errores fue el que cometimos con los sindicatos. Nos equivocamos al llegar a la democracia acomplejados por cómo los jueces franquistas trataron a los sindicalistas en el Proceso 1001. El que tuvo lugar a finales del 73, cuando fue asesinado Carrero Blanco. No éramos culpables de aquella dura e injusta sentencia y no teníamos la obligación de desagraviar a nadie.

Nos equivocamos en abril del 77, cuando al regularlos favorecimos un modelo que se parecía demasiado al de los partidos políticos y a las federaciones empresariales. Se fomentó un tipo de organización que tenía poco que ver con el que habían desarrollado las primeras comisiones obreras: las que crecieron desde abajo hacia arriba. Las centrales de la oposición franquista primero ganaban espacio sobre el terreno y luego se institucionalizaban. Pero entonces apostamos por un tipo de sindicato que crece de arriba hacia abajo, que tiende a estar alejado de las necesidades reales, que fácilmente es autorreferencial. Nos equivocamos al crear un método de negociación colectiva centralista que no corregimos.

Nos equivocamos cuando al firmar los Pactos de la Moncloa creamos unas Cajas de Ahorro en las que mandaban los políticos y los sindicatos como si estos últimos tuvieran un derecho natural al control de parte del sistema financiero. Nos equivocamos al sacar adelante un Estatuto de los Trabajadores negociado casi de forma unilateral con una de las centrales mayoritarias.

Nos equivocamos al convertirlos en agentes políticos durante las siguientes décadas. Nos equivocamos al otorgarles el control de muy cuantiosos fondos de formación como si fueran subvenciones que no hubiera que justificar. Nos equivocamos al darles un protagonismo excesivo en las relaciones laborales sin examinar su vinculación con el trabajador de a pie, el trabajador real. Ahora no podemos rasgarnos las vestiduras.