Pedro Narváez

Ozores

La Razón
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Lo malo de la chirigota nacional es que hoy no tiene quién la filme. Salvo «Torrente» y lo de los ocho apellidos cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Maria-no Ozores dio ayer una lección a esos cineastas que sólo ven motivo para rodar la entrepierna de España cuando hay que vociferar en tono político a lo bruto. El mensaje de que Pablo Iglesias y su comedia daría para hacer una película protagonizada por el ya fallecido José Luis López Vázquez, dicho por el director de «Los bingueros», es demoledor. Viene del hombre que puso a Alfredo Landa a actuar en calzoncillos, que es como andaba entonces el país. Ozores ha sido maltratado por la mediocridad intelectual, que no ha visto más allá de sus títulos de crédito. Esos personajes machistas, deleznables según en qué episodio de su saga, eran como cualquier compañero de oficina de entonces; por eso su caricatura alcanzaba un éxito que hoy pudiéramos tildar de fenómeno sociológico y a los que se ha dado la espalda durante años por eso que ahora se llama «postureo» cuando alcanzaba un puesto en el ránking de lo políticamente incorrecto difícilmente igualable ahora. Reflejada en el espejo, la censura impuesta del siglo XXI en el lenguaje y en el guión de nuestras vidas, es más fuerte que la que maquillaba aquella Transición que quiere cargarse Podemos. Puestos a buscar autenticidad, nada más de verdad que la voz de Gracita Morales. Si Bescansa hablara como Gracita Morales el episodio del bebé en el Congreso hubiera sido redondo, sublime, esperpéntico en el mejor sentido de la palabra. Que Alfredo Landa sea ahora Pablo Iglesias, el prototipo de otro español que cambia los gayumbos por las zapatillas, merece una tesis doctoral con más razones que «Juego de tronos». España necesita un Ozores que cuente lo que así zampado en el papel es imposible. En su cine corrían desnudos los maletines de la corrupción, el mercadeo parlamentario, las vedettes que enseñaban pecho y los chistes de mariquitas. Al cabo, era como una encuesta, un retrato del momento. Como el primer Almodóvar. En algunos asuntos hemos avanzado y en otros seguimos igual o peor pero, en vez de tratarlos con humor, los protagonistas se ponen serios hasta para actuar en el circo. Esa expresión estreñida que no se alivia con la diarrea verbal. No es la casta lo que perdura sino los payasos. Está bien que nos lo recuerden. Sólo por Ozores merecerán la pena los próximos Goya, porque de lo demás si te he visto no me acuerdo.