Alfonso Merlos

Proletarios de escayola

Digámoslo sin ambages. Por corto y por derecho. La actitud con la que nuestras apoltronadas élites sindicales encaran el 1de Mayo es inadmisible y ruín. No es presentable. Adolece de una insondable falta de dignidad. Les retrata en su mediocridad. Les ubica ante los españoles en una posición de sordera, de ceguera, de anorexia moral.

¿A qué demonios juegan Toxo y Méndez? No hay respuesta frente a la corrupción. No hay medidas contra el fraude. No hay pulso ni coraje para detener el robo. No hay compasión ni respeto para con el bolsillo del contribuyente. ¡¿Seguimos en el siglo XIX o estamos en el XXI?! ¿Es que se resuelven los delitos de malversación con pitos, gorras, pancartas y soflamas dignas de las más grises novelas de Dickens?

Es obvio que no. Como lo es que los españoles no nos chupamos el dedo. Porque sabemos lo que significa ganar el dinero con el sudor de nuestra frente y porque conocemos a la perfección quiénes son los presuntos mangantes que nos han metido la mano en la cartera. Son aquellos a los que UGT y CC OO no condenan, contra los que no luchan, a los que cobardemente protegen. Así que, ¿qué esperan de los españoles estos profetas de la hipocresía, estos ayatolás de la palabrería? Distancia. Repudio. Borrón y cuenta nueva. ¡Eso es lo que queremos! Que los defensores de los obreros lo sean de verdad. Que se vistan por los pies. Que, además de dar la matraca, sepan lo que significa currar. Y algo más: que sean solidarios, y patriotas, y que ayuden a levantar a un país que (en mayor medida de lo creen) han contribuido a hundir. ¡Despierten, coño!