Guerra en Siria

Regreso a 2013

La Razón
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En 2013, la administración Obama estaba prácticamente decidida a intervenir en Siria. El presidente afirmó en público que el uso de armas químicas constituía una de las líneas rojas cuyo traspaso provocaría una respuesta armada de Estados Unidos. De manera que no debería sorprender, se culpó a Assad del uso de armas químicas y se dispuso el ataque. Mientras un sujeto llamado Donald Trump señalaba que sería absurdo embarcarse en una nueva guerra en Oriente Medio porque la cuestión ni afectaba a los intereses nacionales ni se habían solventado conflictos como los de Irak y Afganistán, Obama se dispuso a solicitar la obligada autorización del Congreso. A esas alturas, ya se sabía que el ataque con gas era una operación de falsa bandera llevada a cabo por los terroristas islámicos y no por Assad y el general Dempsey logró parar en el último momento el ataque contra Siria, consciente del efecto que tendría que se destapara la verdad. Como forma de salvar la cara, la administración Obama aceptó que Assad destruyera sus arsenales de armamento químico. De manera bien llamativa, no exigió lo mismo de ISIS o del frente An-Nusra que es la rama siria de Al Qaeda. A decir verdad, la ONU ha señalado en repetidas ocasiones que las fuerzas enfrentadas con Assad siguen contando con armas químicas. Hace unas semanas, ISIS secuestró en Siria a centenares de niños, mayoritariamente cristianos. Luego algunos periodistas vinculados al terrorismo islámico que combate Assad con la ayuda de Rusia avisaron públicamente de un inminente ataque con gas. En unas horas, la agresión con gas tuvo lugar en la misma zona de los secuestros infantiles y, al igual que en 2013, se cargó la culpa sobre Assad. Esta vez, sin embargo, el proceso fue distinto. Se exhibieron imágenes de niños muertos por tierra, mar y televisión; se aseguró sin la menor prueba ni comisión de investigación que el crimen lo había perpetrado Assad, se aceptaron como válidos videos más que dudosos para cualquiera que sepa cómo actúa el gas sarín y, por supuesto, no se pidió autorización al congreso para desencadenar una agresión que tampoco tenía respaldo de la ONU. Incluso el mismo personaje que se manifestó con sensatez en 2013 asumió ahora por completo las posiciones que entonces, cargado de razón, criticó. Hemos vuelto a 2013. El día menos pensado oiremos hablar de armas de destrucción masiva.