Alfonso Merlos

Retroceso insalvable

Terriblemente dolorosa. Dolorosamente decepcionante. No es que la decisión de la Fiscalía marque un antes y un después en la lucha contra el terrorismo. Es que estamos ante un retroceso de difícil reparación que representa, además, un ataque a la yugular de toda la doctrina acumulada durante décadas para aniquilar democrática y judicialmente a ETA.

Es penoso y significa una auténtica vergüenza para todos que los picapleitos que defienden al entramado delictivo Segi aseguren que la decisión de la Audiencia Nacional supone el reconocimiento de que en España hay tortura. Es un insulto a la inteligencia colectiva y un escarnio para las víctimas que estos sujetos se ufanen de que, a partir de ahora, queda acreditado que a ETA sólo sirven los que pegan tiros, montan bombas o doblan matrículas. Los aparatos anexos a esta máquina de matar se van de rositas. Y así debe ser.

¡Pues no y no! Los servicios jurídicos del Estado están obligados a entender –a todos los niveles y en todos sus ámbitos de actuación– que la Guardia Civil y la Policía Nacional han certificado que el terror no lo ejerce una cuadrilla de asesinos en solitario. Que hablamos de estructuras complejas, de reparto de papeles, de división de tareas; y que, por consiguiente, son numerosos los tipos delictivos que deberían aplastar y llevar a la cárcel no sólo a quienes se ponen la capucha.

Ya hace tiempo el viejo profesor Alan Dershowitz nos enseñó que la causa última del terrorismo es su propio éxito. Y que los premios a quienes perpetran esta inhumana forma de violencia son su gran balón de oxígeno y, en definitiva, su razón de ser. ¿Por qué no tomamos nota hasta que la banda de Josu Ternera se disuelva y se desarme? ¿Tanto cuesta?