Iñaki Zaragüeta

Sánchez en problemas

Ya se sabe «a perro flaco, todo son pulgas». Es lo que parece suceder en el PSOE. Aún no se ha asentado en su cargo el tan alabado en su momento secretario general, Pedro Sánchez, que le han comenzado a crecer los enanos, hablando en roman paladino. Aunque, a juzgar por las personalidades que van sumándose a la desestabilización, la cosa es para que ese casi dos metros se preocupe.

Las razones son esencialmente dos. Una, él mismo, que no ha dado la talla, que no termina de encontrar su camino –no me refiero a lo de Washington–. Si es arriba, si abajo, si al centro, si a la derecha, si a la izquierda... Mi amigo Rogelio le comprende porque «le falta currículum, aprenderá». Pero el tiempo apremia y da la impresión de que no hay disposición de dárselo.

Ésa es la otra. Demasiadas voces desde dentro de su organización se han levantado contra sus posibilidades. Lejos de amainar, ahora el grupo rebelde aumenta con la adhesión de algunos pesos pesados. El ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero se reúne sorprendentemente con Pablo Iglesias, el gerifalte de Podemos, y con José Bono, «otro que tal baila», de organizador. Y la califa de Andalucía, Susana Díaz, sin alterarse, aceptando halagos, viéndolas venir con el pensamiento puesto en convertirse en la gran esperanza socialista.

Lo cierto es que, lejos de que el PSOE emerja como la alternativa tradicional al Partido Popular, aparece desorientado, desquiciado y cuesta abajo. Indudablemente, la máxima responsabilidad es de quienes lo dirigen. El PP puede culpar a elementos externos como la crisis. El PSOE, exclusivamente a ellos. Así es la vida.