Iñaki Zaragüeta

Sánchez no levanta cabeza

La Razón
La RazónLa Razón

La coincidencia más generalizada de la campaña electoral, debates televisivos incluidos, la acapara el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la sangría de votos que provocan a diario sus manifiestamente mejorables comparecencias públicas, hemorragia que fluye in crescendo en las encuestas a favor de Ciudadanos. Tanto, que la organización de Albert Rivera emerge ya con la probabilidad de ser el segundo partido más votado por detrás del PP. El apoyo a Podemos y a todas sus formaciones satélites para auparlos a los gobiernos de comunidades autónomas, ayuntamientos y Diputaciones tras las elecciones del pasado mes de mayo le ha provocado, como dicen los taurinos, morirse a chorros. Unos porque prefieren votar al original, a Podemos, otros porque les asusta emprender camino hacia un sistema venezolano, abandonan la nave socialista que más parece estar al pairo que manteniendo rumbo fijo hacia buen puerto.

Ante tan inquietante deriva, da la impresión de que Sánchez desconoce las más elementales normas de la dirección ideológica y, por tanto, política, hasta tener ya el síndrome del náufrago, que tiembla incluso ante las olas tranquilas, ante la mar en calma. Así lo viene demostrando al optar por la marginación de los todavía pesos pesados del PSOE y de la socialdemocracia que siempre han defendido, tan rentablemente representados por la sultana Susana Díaz y a la que tan ansiosos están por trasladar a la Villa y Corte.

Pedro Sánchez añade todos estos flancos a los escándalos de corrupción como los ERE de Andalucía o a las puertas giratorias, por citar dos ejemplos de las «cualidades» que sirven para incluir a su partido en el privilegiado grupo de la casta. Así es la vida.