
Julián Cabrera
Socialismo «1515»

Hoy arranca la semana –y queda escrito– en la que se irá perfilando el acuerdo fruto de una negociación –sin «streaming», que se le va a hacer– entre PSOE y Podemos para conformar un Gobierno... de «aquella manera» previa investidura de Sánchez y aquí es donde entrará en juego la consulta a las bases socialistas con la que se cambió el paso a los mandarines del comité federal. Y en efecto resulta que a estas alturas vamos a descubrir la rueda a propósito de la «democracia participativa».
Es ahora cuando se nos revela en las tablas de la ley de la nueva política que un sistema democrático siempre imperfecto sólo alcanza la excelencia cuando lleva al ámbito de la consulta y el referéndum todo tipo de decisiones, en especial las que, como ocurre en el actual PSOE, no puede sostener por debilidad la dirección del partido.
Algo renquea cuando una formación con 137 años de historia se saca de la manga el trasladar a la militancia vía consulta los términos de un posible acuerdo de gobierno con la formación liderada por Pablo Iglesias. La dirección socialista con Pedro Sánchez a la cabeza sabe que ese acuerdo –aun teniendo mucho de mamba negra metida en la propia cama– es ampliamente aceptado por unas bases siempre más escoradas a la izquierda que la dirección territorial representada mayoritariamente en el grupo de mandarines que dominan el comité federal, reacios al pacto con Podemos pero temerosos de contravenir una eventual sentencia de la militancia por poco vinculante que sea.
A cada cual lo suyo, los últimos comités federales socialistas no sólo no señalaron a Sánchez la puerta de salida sino que, según avanza el camino hacia un gobierno en precario o repetición de elecciones, contrasta la figura flotante del primer secretario con un paso atrás de los barones que quizás no sea para tomar carrerilla.
Sánchez puede que sin quererlo podría estar modelando un nuevo horizonte en el PSOE que, con independencia de atisbar cirros, cúmulos o estratos, donde tiene un claro referente es en el «ejemplar» modelo asambleario de las CUP, ya saben, ese que mostraba al mundo hace semanas que la sublimación del «un hombre un voto» –ríete tú del festival de eurovision– brinda empates a 1.515 o a lo que venga haciendo falta.
El secretario general socialista lo es gracias a un experimento de primarias que agotó las aspirinas en las farmacias de la madrileña calle Ferraz y da la sensación de que no va a renunciar tan fácilmente al hasta ahora rentable recurso de unas consultas no vinculantes a la militancia que parecen haberse convertido en un inesperado antídoto frente al comité federal, hoy con más peso desde su poder territorial que aquellas ejecutivas piramidales de los Guerra, Benegas, Paramio o Marugan en la etapa presidencialista de un Felipe Gonzalez que tal vez por ello avisa a la lideresa andaluza, Susana Díaz –no exenta de frentes abiertos como el escándalo de los cursos de formación–, sobre lo arriesgado de coger al menos ahora el billete de AVE Santa Justa-Atocha.
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