Julián Redondo

Tristeza

La Razón
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Consternación, horror, rabia y un dolor tan profundo e intenso como sólo las hienas pueden provocar. «Bonjour, tristesse», título evocador, en las antípodas de los sentimientos que encogen a París y al mundo civilizado en este fin de semana sangriento. «¿Bonjour, tristesse?», desde luego que no. Esta tristeza que destruye al ser humano se rebela contra la melancolía de Cécile, la precocidad de Sagan –¿cómo describiría Françoise el infierno de Bataclan?– y reniega de los buenos días porque son fatales, funestos, desgraciados, mortales y... amenazantes.

El 10 de junio de 2016, a las 21:00, un Saint Denis fortificado alzará el telón de la Eurocopa con el rumor de las explosiones de noviembre. Francia, al que como anfitrión le corresponde el honor de jugar el partido inaugural, conocerá rival el 12 de diciembre, fecha del sorteo. Ojalá que para entonces los sucesos del macabro viernes 13, otro día inolvidable, sean sólo un amargo recuerdo y no un aviso del terror que unos desalmados todavía pueden aumentar.

2016 es año de grandes y exclusivas citas supraterrenales: unos Juegos Olímpicos y un campeonato de Europa de Fútbol. Dos acontecimientos para que los hijos de mala madre vomiten toda la inmundicia que llevan dentro. Los Juegos y el fútbol son piezas difíciles de ignorar. En Río el terror lo causan las mafias, que se aprovechan de bandidos que empiezan a delinquir con los dientes de leche. Niños silvestres que «se venden a piezas o enteros» y que asaltan en manada a los pasajeros en los autobuses. Atracadores, secuestradores, malhechores que cuestionan la eficiencia de las autoridades brasileñas, incapaces de controlar esos focos de hampones que la miseria multiplica como la peste. Criminales que arruinan la sugestión onírica de Ipanema y su chica. Delincuentes, no terroristas que indiscriminadamente asesinan a pacíficos clientes en las terrazas.