Julián García Candau

Vaya modorra

Cualquier parecido con la realidad fue mera coincidencia. No pareció Osasuna. No se constató que jugaba el Real Madrid. No compareció el público del Reyno de Navarra y debió de ser porque era más auténtico cuando el campo se llamaba El Sadar. El Madrid apareció con notables bajas. Especialmente, la de Cristiano. Sin él, el ataque carece de peligro permanente. Sí estaba en la portería Casillas y sólo se lució en una ocasión en la segunda parte.

Ninguno de los dos equipos tiró a gol con peligro. Las dos únicas veces en que el Madrid pudo marcar fue a consecuencia de dos salidas de Andrés Fernández, que no se sabe a qué fue tras el balón. No se hizo con él y desguarneció la meta. El Madrid no aprovechó circunstancias tan favorables.

De Osasuna se echó en falta más garra. Necesitaba ganar para intentar huir de la cola y careció del entusiasmo tradicional de la casa. Ante adversario superior en calidad, la fórmula para equilibrar el juego es echar más coraje, presionar en todo el campo y con ello mostrar credenciales de ganador. El Madrid no necesitaba a Cristiano para ganar, aunque tal vez sí echó en falta creación del juego necesario para que Higuaín metiera en apuros a Rubén, que recibió pronto la tarjeta amarilla.

Hubo más emoción en la segunda mitad, pero tampoco brilló la calidad del fútbol. Mucha patada a seguir. Ni siquiera la aparición de Özil por Modric mejoró al Real Madrid. También el público entró en acción. Sin embargo, muchos minutos de basura de principio a fin.

Posdata. La Liga de Campeones, la «Décima», no basta como coartada.