Real Madrid

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La Razón
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Miraban los jugadores del Real Madrid a Rafa Benítez como las vacas al tren, como un refugiado a la malévola Petra Laszlo. No había sintonía entre las partes. Cero «feeling». Los futbolistas no entendían al técnico, ni compartían su labor pedagógica, por eso no le tomaban en serio. Y queriendo o sin querer se lo han cargado; le han dejado caer al vacío sabedores de que tenía las horas contadas y de que el esfuerzo en Valencia iba a ser baldío.

La ratificación del entrenador por parte de Florentino Pérez fue un aviso que no tuvo eco entre las hueveras de la caseta, nunca habituadas al tono de voz de ese jefe que llegó a la que consideraba su casa haciendo concesiones. «Aquí, los periodistas los ponemos nosotros», le dijeron en el club. Y Benítez prescindió de Juanfran Sánchez, su jefe de prensa desde el Extremadura, un encargado de comunicación serio, no un vocero faltón como aquel Paramés.

En contra de su voluntad jugó con los famosos en lugar de con los buenos y las indescriptibles alternativas en las alineaciones y las continuas rectificaciones terminaron por desmitificarle. En el vestuario no creían en él, una parte de la afición le repudiaba y, por norma, le silbaba antes del comienzo del partido. Las contradicciones repercutían en su trabajo y cualquier decisión suya era contestada. Por ejemplo: en Mestalla, el lugar donde se consumó su despido, quitó a Benzema y le dispararon por los cuatro costados. En la sala de prensa no explicó que Karim había sido el mejor con un tobillo infiltrado. Así jugó.

Siete meses después de llorar de emoción cuando le presentaron en el Bernabéu, este madrileño y madridista será recordado como «Benítez El Breve», por lo poco que duró en ese banquillo que iba a ser suyo tres años. Zidane, «El Deseado», toma el relevo. Había dicho el presidente antes de adoptar tan dolorosa decisión que Rafa «era la solución, no el problema». El diagnóstico es otro: Zidane es la solución (?) y el vestuario, el problema.