Pedro Narváez

Y Varoufakis se cortó la coleta

Varoufakis sabe muy bien lo que es un Deus ex machina, esa figura que entra en escena en el último momento y resuelve situaciones imposibles. Es el requiebro de un mal guión. En el teatro griego aparecían dioses que resolvían el conflicto, en el cine de superhéroes la muchachita se salva in extremis de ser arrollada por un tren con la sola explicación de que la secuencia ha de acabar bien, y en Bruselas un tecnócrata dispara con un revólver descargado a Varoufakis con lo que al chulo de Atenas, con más pinta de portero de discoteca que de ministro, se le hace piedra el músculo y corre con el rabo entre las patas como un perro asustado porque el martes la liquidez se hacía espesa y la ruina de una parte de los griegos sería ya la de todos, que es al cabo lo que quieren movimientos como el de Syriza, igualarnos en la miseria. Es el teatro del Eurogrupo, donde una vez tuvieron a Guindos bailando a la pata coja hasta que España ya no necesitó muletas. El conflicto no acaba más que empezar. Este es el primer asalto de uno de esos combates postreros de Mohamed Alí en los que tenía cabeza de ganador y el cuerpo desvencijado con lo que podía caer a la lona si no entraba un Deus ex machina en el ring. Guindos un dia fue Guinditos y Varoufakis ya es Varoufakitos sólo que para siempre. Los Mesías acaban en diminutivo, y no digo ya Pablo Mármol, Pablito, que gobernará cuando las ranas críen coleta sino hasta los sensatos como Ciudadanos, que ya es Ciudadanitos, un partido que subía en las encuestas antes de que los papeles de Garicano aterrizaran en modo Deus ex machina escacharrada, o Pedro Picapiedra, Pedrito, que ha encontrado en Gabilondo a una deidad por la que no gastaría un padre nuestro. Aprended de los errores de Varoufakis, el calvo que vendía crecepelo.