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Yo, Leonor

La Razón
La RazónLa Razón

Hoy he cogido por banda a la reinarockeraeintelectual y le he dicho: «Voy a decirte una cosa y haz el favor de no discutirme aunque sé que tienes mucho temperamento. ¿Vds vosotros no me podéis llevar a un sitio normal, a un Disney, a un burguer, a una piscina de bolas, a que me pinten las uñas, a un cine de adolescentes, a un tupper sex? Pues no, queridos súbditos, a mí me lleva esta gente tan circunspecta al Congreso. AL CONGRESO, amigas. Hemos entrado al sitio y la cara de mi padre era la de un hombre chupando un limón y la de Altibajos la de una mujer dándole lametazos a una lima de serrar barrotes. Antes de salir de la casa, ella nos había advertido a mi hermana So y a mí de que, en vez de estar pensando en si el Richard es novio de la Rebe o no, estuviéramos formales y atentas y no como siempre, así que nos hemos tenido que comportar. Hay trozos de filete ensartados en un pincho moruno mucho más naturales de movimientos. He visto, mientras trataba de disimular un bostezo de esos que te saltan dos lagrimones como dos kiwis, que ha habido gente que no ha aplaudido a mi padre. Ojo, que yo no tengo nada en contra porque yo misma, si no fuera porque mi madre me cose a pellizcos de monja, hubiera estado a mi bola. Mi hermana es que tiene suerte porque la salvan las piernas y no le puede coger cacho la soberana político-militar. Los tobillos de So son dos columnas corintias y es imposible que ahí sobre un poco de piel mientras que las mías son verdaderamente de parar el tráfico. ¿Les he dicho que ya tengo once años y que la mamma me saca a la calle con una gorra para pasar inadvertida? ¿Y les he dicho que después de aconsejarle a mi progenitora que engorde esos brazos me he quedao sin un puzzle de cuatro mil piezas que ella pensaba regalarme? Ay, Diosito, qué felicidá más grande.