Con su permiso

Contrapesos

La UCO, esa incómoda unidad de la Guardia Civil que tanto molesta hoy a quienes antaño se enorgullecían de ella

UCO contra la corrupción
UCO contra la corrupciónIlustraciónPlatón

Al final los malos van a ser los guardias de la UCO, la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Esta gente se mete en todos los fregados, incluso donde no se les llama. Y, claro, investigan, encuentran, destapan y terminan fastidiando al mismísimo Gobierno y sus planes políticos para la mejora de la situación general de la ciudadanía. Una forma extrema, pero quizá no tan alejada de la realidad, de aproximarse a algunas de las cosas extrañas que se están viviendo estos días. Así lo ve Adela. Que se sonríe de su propia ironía. O puede que lo haga porque no lo sea tanto.

Resulta que esa UCO de la Guardia Civil, esa policía judicial que entiende de las formas más graves de crimen organizado y delincuencia, es la que ha descubierto el chiringuito corrupto en las entrañas del Gobierno, con el famoso Koldo y familia y amigos. Incluido el extraño silencio ante la confirmación de la estafa que mantuvo durante tres años la hoy Presidenta del Congreso, cuando presidía las Baleares y le tangaron con las mascarillas. Pero es también la que investigó y llevó a la Justicia todo aquello del «Tsunami Democràtic» (vaya nombrecito, qué sarcasmo, qué ganas de vestir algo de lo contrario de lo que es) que se descarga ahora como temporal sobre la lluvia fina que inunda de contrariedad el Patio de La Moncloa.

La decisión del Tribunal Supremo de abrir causa por terrorismo a Puigdemont puede que tenga algo de reivindicación propia del Poder Judicial en un momento en que el Ejecutivo pretende, como entregado alfarero por encargo, apoyarse en amistades peligrosas en el Legislativo para moldear leyes en beneficio de ciudadanos concretos y silenciar tribunales para que las ya existentes no les perjudiquen. Pero en lo que tiene de decisión de orden penal, puramente jurídica, se basa en las pruebas aportadas por investigaciones de esa misma unidad de la Guardia Civil. El orgullo de Marlaska convertido en incómodo grano ahí mismo.

Eso piensa Adela en plena tormenta perfecta sobre los serenos jardines de La Moncloa. Así entiende, acaso de forma simplista y torpe, pero le parece que lo explica, que el Partido Socialista de Cataluña se sumase a la indignidad de no participar en el minuto de silencio por el guardia catalán asesinado en Barbate. Que no lo hicieran los indepes, para los que la Guardia Civil es un cuerpo extranjero y represor, se entiende. Lo del PSC, nada en absoluto. Adela lo mira con esta lupa de la UCO y se le ajusta mejor, aunque le siga pareciendo ruin.

Ningún dirigente del Gobierno, ninguno de los partidos de la coalición, ha osado señalar a la UCO como cuerpo contaminado o con intereses políticos, tal y como ha sucedido con el Poder Judicial. Pero piensa Adela que es cuestión de tiempo y de que se le vayan multiplicando los abscesos en la piel al partido socialista. Si la cosa se pone peor, tienen también papeletas para ser señalados.

Y no descarta que el barullo de corruptelas con la consiguiente inundación en el Patio de Moncloa vaya creciendo.

Hay que tener mucho cuidado con lo que se menta y los nombres que se señalan, porque corremos el riesgo de hacer seguidismo de la política de ventilador de los afectados o del sendero de cuchillos desenfundados y cristales rotos que empieza ya a tomar la parte opositora. Pero a Adela le llama la atención cómo entre la cada vez más embarullada tela de relaciones de Koldo y amigos, aparecen ya grandes empresarios de comprobada cercanía a La Moncloa. Alguno de ellos receptor de un cuantioso rescate durante la pandemia. Justo, perfectamente explicable en términos de ley, pero curiosamente coincidente con un aparente estrechamiento de relaciones con lo más alto de Moncloa. En los papeles está. Y, probablemente en la mira, aunque eso Adela no lo ha visto por ninguna parte, de esta incómoda unidad de la Guardia Civil que tanto molesta hoy a quienes antaño se enorgullecían de ella.

La representación está ahora en todo su esplendor. Las posibilidades de que el barullo espine hasta quebrar la más rocosa de las resistencias, abierto. Cualquier giro de guion es posible. ¿Quién diría hace apenas dos semanas que el hombre que durante años susurró a Sánchez sería diputado del Grupo Mixto echándole un pulso a su gobierno, a su partido y a su propio prestigio? ¿Quién podría imaginar que la operación salvar al soldado Puigdemont se pondría en grave riesgo días antes del plazo final por una acusación judicial que antes de julio el PSOE compartía?

Por eso conviene seguir atentos a las pantallas para no perder ripio en esta desasosegante ópera bufa representada por personas a quienes el sustento y la confianza les ha sido otorgada por el público que esperaba ver otro espectáculo, más cercano a la procura del bien común que la consecución del propio.

Y que siga trabajando la UCO, pese a quien pese y caiga quien caiga, mientras nosotros celebramos que haya resortes de equilibrio democrático con capacidad legal para contrarrestar o detener lo que por mucho que se le envuelva en otra cosa son flagrantes abusos de poder. Corrupción, se llama.