
Letras líquidas
La corrupción y «da igual cuándo leas esto»
El riesgo real pasa por asumir que la corrupción es algo sistémico, que siempre nos va a acompañar y no casos esporádicos que aislar
A veces uno siente que se repite. Que siempre cuenta lo mismo o que escribe una y otra vez el mismo artículo. Razón puede que no falte en esa percepción circular que se confirma, además, cuando se constata que son los hechos, todo eso que sucede alrededor y sobre lo que no tenemos la más mínima capacidad de control, los que entran en bucle y reproducen situaciones que nos trasladan al «déjà vu». Algo así como un «da igual cuándo leas esto», epítome de lo recurrente y reiterativo, casi de lo inevitable. Y en esas podríamos estar si hablamos de corrupción. Palabra maldita de las democracias, plaga que cruza tiempos y civilizaciones y que somete a tensiones extremas la vida colectiva llegando a poner en duda sus bases y sus normas.
Aunque forma parte de la esencia de la humanidad, de la peor, en España tendemos a castigarnos con mayor intensidad, considerándonos los adalides de las trampas, los chanchullos, los engaños o las argucias para esquivar el mandato de la legalidad y sus controles. Motivos para ello tenemos. Lo cierto es que, podríamos decir, que la corrupción, los casos y sus consecuencias han marcado buena parte de la vida política española en las últimas décadas. Y eso ha condicionado, sin duda, la percepción de los ciudadanos. Solo hay que comparar los informes del CIS, en los que se recogen las preocupaciones polémicas o escabrosas en los medios de comunicación: a más información, más angustia. Y saliendo de nuestras fronteras encontramos también otros estudios, como el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC), de la ONG Transparencia Internacional, que alertan de entrada, para evitar sustos posteriores, que los niveles de corrupción en el mundo son «extremadamente altos». Con esta premisa, la conclusión no puede resultar más desoladora: dos de cada tres países obtuvieron menos de 50 puntos sobre 100 en 2024, la media europea empeora y, si nos fijamos en España, ha caído cuatro puntos desde 2023 en una tendencia que el propio estudio califica como preocupante. Ocupamos el puesto 46 de 180 países, empatados con Chipre, República Checa y Granada y superados por Letonia y Eslovenia.
Pero más allá de clasificaciones poco esperanzadoras, el riesgo real pasa por asumir que la corrupción es algo sistémico, que siempre nos va a acompañar y no casos esporádicos que aislar. Si aceptamos un destino predeterminado, no es solo que se mantenga ahí, instalada en las instituciones y enturbiando la convivencia, sino que permitimos que vaya extendiéndose. Por eso no podemos asumir que dé igual cuándo leas esto.
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