
Aquí estamos de paso
Corrupción e intolerancia
Una forma de entender las relaciones y la política que debería provocar ampollas en la cansada ciudadanía
No ha sido esta semana de lunes negro, tres ya fueron suficientes, pero el salto al ruedo del San Isidro de la política de los wasaps de chulillos tabernarios de la élite que nos gobierna nos ha regalado otro espectáculo de este sanchismo que navega entre tormentas de lodo y parece tener un problema para cada solución.
Sabíamos que al Jefe Supremo no le hacían gracia las disidencias y recelaba de los espíritus libres a su alrededor. Sus hechos delataban esa tendencia a prescindir de cualquier prójimo incómodo bien porque le cuestionaba o porque le manchaba la moqueta con sospechas de lo que fuera. Ahora tenemos la constancia escrita. El dúo sacapuntas de La Moncloa, el tándem guardián de las esencias del sanchismo, decidía sobre los demás con el respeto que se tiene a una colilla y el lenguaje tabernario con el que se comentan los goles del equipo o la lozanía de una moza. Que si la pájara, que si las petardos, que si el vicepresidente incapaz y estulto –o sea, necio–; lo que vamos sabiendo de las comunicaciones supuestamente cifradas entre Sánchez y Ábalos perfectamente encajables en un imaginado diálogo Corleone-Clemenza, revela una forma de entender las relaciones y practicar la política que debería provocar ampollas en una ciudadanía cada vez más cansada, cada vez más sumida en la sensación de que el país no funciona.
Aunque funcione, aunque crezca, a diario nos asaltan noticias que siembran razonables dudas sobre la gestión de la cosa pública. Hace ya tiempo que hasta los más cafeteros de la peña socialista tienen asumido que el Líder Supremo es capaz de cualquier cosa con tal de mantenerse allá arriba. Aunque tenga que descender a los infiernos de la mentira o de las concesiones al diablo mismo encarnado donde usted, amable lectora o lector, quiera ponerlo. Ahí llegará él. Ahí hubiera llegado el dúo sacapuntas de no haber sido porque la torpeza del lugarteniente y la estulticia –esta de graves repercusiones– de sus colegas de fechorías no hubieran roto tan rentable matrimonio de conveniencia.
Uno percibe cierto canguelo en el partido socialista. La falta de una estrategia clara de reacción, diciendo una cosa y su contraria y la desmañada respuesta de echarle la culpa a la UCO de la Guardia Civil, revelan que, una vez más, el PSOE no sabe cómo gestionar lo que le viene. Entre otras cosas, porque el golpe afecta a la entereza de su incuestionable líder. Y a falta de la palabra de Dios van saliendo como pueden en defensa de su altísimo.
No es grato ni resulta cómodo, al menos para quien esto escribe, que se aireen conversaciones privadas. No conozco a nadie que no sintiera vergüenza o rabia si se difundieran sus comentarios personales. No se puede escapar indemne de una lupa en casa o un escáner en el alma.
Pero cuando hay terceros, cuando en lo privado se alude a acciones que afectan a otras personas o a cuestiones cuya relevancia sobrepasan la frontera de lo privado para entrar en lo de todos, cuando las palabras definen talantes y talentos en los gestores de lo público, sí es forzado atender a lo que implican y definen. Más aún cuando por medio hay algo tan grave como la corrupción y tan inaceptable como la intolerancia.
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