Y volvieron cantando

¿Yo sí te creo?

Una repugnante hipocresía a la hora de tratar la defensa del feminismo ha sido durante demasiado tiempo el marchamo de formaciones de la izquierda que llegaron a nuestro patio político enarbolando la bandera de la regeneración

Desde el jueves me han venido a la mente episodios de los que he sido testigo en la entretela de numerosos foros políticos, actos institucionales y en el «día a día» de la actividad parlamentaria especialmente durante esta última década marcada por el advenimiento de partidos con políticos que supuestamente venían a enseñarnos a los confundidos ciudadanos cómo se debe dignificar la vida pública. He visto a dirigentes de estos partidos hablar con compañeras de profesión hubiera o no micrófonos por delante en términos que harían vomitar a una cabra. He visto la condescendencia y por lo tanto la complicidad de quienes eran testigos de tamañas «gracietas» y lo que es peor, he contemplado una mezcla de confusión y comprensión en las mujeres objeto de un «fino estilismo» que claro está, solo puede llegar en boca de la superioridad moral de la izquierda, porque como todo el mundo sabe, el machismo más casposo, la violencia de género y la degradación de la mujer solo puede anidar en las cavernas de la derechona ibérica.

Durante las horas posteriores a conocerse la dimisión de Íñigo Errejón de cualquier cargo político tras el mega tsunami de acusaciones por violencia machista y otras cosas probablemente más feas, resultó muy indicativo, aunque no por ello menos esperado, el atronador silencio en sus cuentas de redes sociales de muchos voceros y voceras, no solo en el ámbito de la política, sino de los propios medios de comunicación tremendamente proactivos en otras ocasiones a la hora de denunciar, en muchos casos cargados de razones y de datos objetivos y en otros con más razones que datos, muchos episodios de violencia de género especialmente mediáticos. Una repugnante hipocresía a la hora de tratar la defensa del feminismo ha sido durante demasiado tiempo el marchamo de formaciones de la izquierda que llegaron a nuestro patio político enarbolando la bandera de la regeneración, pero que en sus modos y maneras de actuación en clave interna dejaban a «Falcon Crest» como una simple viñeta de la abeja Maya. Los tres partidos a los que ha pertenecido Errejón ostentando cargos de altísima responsabilidad han hecho la vista gorda en su salón sobre lo que se denunciaba fuera de casa, su modus vivendi doméstico pasaba por la sublimación del macho alfa y aún se arrogan para sí el «yo sí te creo». ¡Y unas narices!