El canto del cuco
Y cuando despertamos, el dinosaurio seguía ahí
No es fácil adivinar a estas horas cómo se las arreglará el vencedor de las elecciones para conseguir los 176 votos imprescindibles para alcanzar su propósito
El resultado de las elecciones puede conducir a un callejón sin salida. Hay riesgo de bloqueo. No era lo esperado ni lo mejor para España. Feijóo ha conseguido una victoria meritoria, pero amarga e insuficiente, y Sánchez, una derrota dulce, que le mantiene vivo y que demuestra su capacidad de resistencia. Ninguno de los dos tiene el camino despejado para intentar formar Gobierno. El dirigente popular lo va a intentar. Está en su derecho. Ha sido el ganador de las elecciones y está dispuesto a aceptar el encargo del Rey. Las cuentas para la investidura están complicadas, pero hay que intentarlo, siguiendo, entre otros, el consejo de Felipe González de que gobierne la lista más votada. Parece lo razonable, lo políticamente correcto. Ha llegado, pues, la hora de negociar a calzón quitado con unos y con otros. Tendrá que ser, en todo caso, un Gobierno en minoría, salvo que fuéramos a la “gran coalición”, algo impensable por múltiples razones, y menos mientras Pedro Sánchez siga ahí.
Contra todo pronóstico, cuando hemos despertado de nuestro sueño, el “sanchismo”, como el dinosaurio de Monterroso, seguía ahí. Unas semanas antes, todo estaba dispuesto en el PSOE para defenestrarlo, pero su demostrada capacidad de resistencia y este resultado electoral mucho mejor de lo esperado, unido al control que ejerce sobre el partido, dificultan ahora considerablemente la rebelión interna. A pesar de haber perdido las elecciones, se presentó eufórico ante los militantes del partido en la sede de Ferraz como si las hubiera ganado. Por supuesto, no tuvo el gesto cívico de felicitar al ganador.
A la hora de la investidura de Alberto Núñez Feijóo, volveremos a oír de su boca el “no es no” característico. No es fácil adivinar a estas horas cómo se las arreglará el vencedor de las elecciones para conseguir los 176 votos imprescindibles para alcanzar su propósito. En caso de fracasar, acabaremos en un bloqueo político nada recomendable y una repetición de las elecciones. Los malpensados atribuyen a Pedro Sánchez esa estrategia. Parece una temeridad. Esa inestabilidad no puede traer nada bueno. Repetir la fórmula del “Gobierno de progreso”, conocido como “Frankenstein”, que es la reedición del “sanchismo”, tampoco es fácil, por culpa de las matemáticas parlamentarias, y sería mantener la política de bloques y el enfrentamiento. El Rey, encargado del arbitraje y la moderación de las instituciones, no lo tiene fácil. De entrada, lo más prudente y razonable es que, tras las consultas obligadas, encargue la formación de Gobierno, como ha ocurrido siempre, al que ha ganado las elecciones. Aun sabiendo que el dinosaurio sigue ahí.
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